Respondiendo a una solicitud del general Beauregard, comandante en jefe de Charleston y, tal vez más atraídos aún por la promesa de una enorme recompensa por hundir un buque enemigo, el teniente George E. Dixon y ocho soldados del 21º regimiento de Infantería Ligera de Alabama se ofrecieron voluntarios para la misión de atacar a los buques del bloqueo de la Unión. Embarcaron la noche del 17 de febrero de 1864, teniendo como objetivo una fragata de la Unión, que se pensaba que era la Wabash, a una distancia de unos 19,3 km (12 millas). El submarino podía hacer unos cuatro nudos, pero, a pesar de ir a favor de la marea, era extraordinariamente fatigoso para los sudorosos soldados. Para tener éxito, en el final del ataque, Dixon necesitó emerger, así que él podría alinearse visualmente su blanco.
John Crosby, el amo temporal en Housatonic, a las 20:45 (8.40 P.M.) avistó un objeto de su viga de estribor, y como él tenía cierta advertencia de un ataque inminente de los rebeldes, hizo sonar la alarma. Su equipo se preparó para defender su nave con una ráfaga de fuego de armas ligeras, pero demasiado tarde, Dixon enfiló el torpedo de larguero hacia un buque de la Unión apenas visible e inmóvil y pegó con su mástil de presión en el lado de estribor del enemigo, y debajo de su línea de flotación.
El submarino invirtió, detonando la carga, y destruyendo un gran parte del barco.
Era la nueva fragata Housatonic de 1.284 toneladas. La potente carga hizo explosión contra el costado de estribor; el buque rápidamente se escoró a popa yéndose a pique. Cuando tocó fondo en las aguas poco profundas, el Housatonic se habia ganado la dudosa distinción de ser el primer buque de la historia en ser hundido por un ataque submarino. Aunque todos los tripulantes del Submarino también desaparecieron y su pecio no fue hallado hasta 1995 por Clive Clussier.
Un dato sorprendente de los 5 años de investigación del pecio fue la aparición de los esqueletos en perfecto orden junto a la manivela, lo que denotaba que los tripulantes no habían intentado escapar, sino que se habían mantenido sentados hasta el último momento. Este dato ha hecho que el misterio sobre cómo fue el final de aquellos audaces marineros continúe sin resolverse; es posible que hubieran ido cayendo inconscientes por el agotamiento y el enrarecimiento del aire, o que, una vez en el fondo, abriesen una válvula a para que el buque se inundase y acelerar así una muerte cierta. Hasta ahora, todo son especulaciones, así como el motivo por el que el Hunley cayó hasta el fondo; pudo deberse a la onda de la explosión, a la entrada de agua por una escotilla mal cerrada, por alguna vía de agua producida por disparos procedentes del barco, etc.
Lo que sí confirmó el hallazgo del submarino fue la veracidad de una leyenda que acompañaba al teniente Dixon. Se aseguraba que Dixon llevaba siempre consigo una moneda de oro de veinte dólares, regalada por su novia, Queenie Bennett, para que le sirviera de amuleto. La moneda cumplió su cometido, puesto que en la batalla de Shiloh una bala impactó contra la moneda, salvándole así la vida. Esa moneda, doblada y con la inscripción Shiloh 6 de abril de 1862 Mi conservante de vida, fue hallada junto al esqueleto de Dixon, confirmando que la historia era auténtica.
Después de los análisis realizados por expertos forenses, quedó establecida, aunque con algunas reservas, la posible identidad de los ocho tripulantes: Teniente George E. Dixon, Frank Collins, Joseph Ridgaway, James A. Wicks, Arnold Becker, J. F. Carlsen, Lumpkin y Miller (de estos dos últimos se desconoce el nombre de pila). El 17 de abril de 2004, todos ellos fueron enterrados con honores militares en el Cementerio Magnolia de Charleston, en una ceremonia a la que asistió una multitud de 50.000 personas, y que fue denominada "El Último Funeral Confederado".
Nacho Padró
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