Pocas personas en nuestro país están más acostumbradas al confinamiento que las dotaciones de nuestros submarinos. “Ad Utrumque Paratus” -“Preparados para todo”- es el lema de nuestro Arma Submarina, que el pasado 17 de febrero celebró el 105º aniversario de su creación.
A la espera de la llegada del primer S-80, nuestra fuerza submarina está compuesta hoy en día por tres veteranas pero robustas plataformas de diseño francés, construidas a principios de la década de los 80 en los astilleros de la entonces conocida como Empresa Nacional Bazán, en Cartagena.
El Galerna, el Mistral y el Tramontana, son tres submarinos de la clase Agosta de apenas 70 metros de eslora, con una superficie habitable que ronda los 140 metros cuadrados. Unas dimensiones que no están mal para una vivienda familiar, pero estrechas para las 65 personas necesarias para salir a navegar en estas complejísimas máquinas.
A bordo, las comodidades se reducen a dos retretes (los mismos para el Comandante o el marinero más moderno) y una ducha, que para ajustar el consumo de agua, sólo se puede utilizar tres minutos, una vez cada tres días. El cocinero apenas tiene cuatro metros cuadrados para moverse y preparar la comida que mantendrá alta la moral de sus 64 compañeros.
El único lugar donde existe algo de intimidad es la cama, de 190 x 60 cm y con una cortinilla para aislarse del mundo exterior. Eso cuando no te toca compartir cama. Eso cuando tu cama no está encima de un torpedo de cinco metros de largo y doscientos kilos de alto explosivo.
Navegando, las comunicaciones son prácticamente inexistentes. Como es lógico, bajo el agua no hay cobertura móvil ni WiFi de ningún tipo, y el sistema de comunicaciones por satélite es el único enlace con la familia. Cada miembro de la dotación puede enviar y recibir un correo electrónico al día.
Tras este breve repaso a las condiciones de vida de nuestros submarinistas, seguro que esas casas en las que últimamente pasamos más horas de las que nos gustaría ya no nos parecen tan estrechas.
Pero, ¿cómo hacen los submarinistas para soportar el confinamiento en esas condiciones?.
Tal vez el elemento básico para soportar cualquier situación es el establecimiento de una rutina. En un submarino, la dotación está repartida en tres guardias, de forma que, diariamente, trabajan 8 horas (en la cámara de mando, en la cámara de máquinas…) y descansan 16.
En casa, si nos toca teletrabajar, tendremos ya una parte del día ocupada. Pero es importante ser disciplinado. Levantarse, pegarse una ducha (un lujo limitado a tres minutos cada 72 horas para nuestros submarinistas, recuérdalo), hacer la cama, desayunar y ponerse a funcionar. Teletrabajar o mantenerse ocupado con alguna de esas tareas para las que, hasta ahora, nunca habíamos tenido tiempo, ayudará a ocupar gran parte de la mañana.
Un aspecto que jamás debe descuidarse en una situación de confinamiento es la alimentación. Si un único cocinero es capaz de preparar en cuatro metros cuadrados excepcionales menús para sus 64 compañeros… ¿tenemos alguna excusa para no hacerlo en casa?. Planifica un menú y, al objeto de evitar innecesarias visitas al supermercado, haz una lista de la compra completa. Piensa que en los submarinos, lo que no embarca antes de salir de puerto, ya no lo podrás conseguir. Aprovecha las largas horas de confinamiento para hacer algo de comida casera. Una de las pocas formas de romper con la rutina es deleitar al paladar, y por eso en nuestros submarinos se dice que el guardián de la moral es el cocinero.
Una vez teletrabajados y comidos, ¿qué hago con el resto del día?. Hay que pensar qué quiero hacer, cómo lo puedo hacer y cuánto tiempo quiero dedicarle –si tienes niños, ya sabemos que hay 12 horas del día que ni siquiera nos pertenecen y quizás este artículo no te resulte tan interesante-. ¿Quiero mantenerme en forma? Si nuestros submarinistas son capaces de hacer deporte en el exiguo espacio entre los tubos lanzatorpedos y los centenares de botellas almacenadas en la cámara de proa –e incluso llamar a ese exiguo espacio “gimnasio”- seguramente nosotros podamos encontrar un hueco en casa donde hacer una tabla de ejercicios que supla la falta de actividad.
¿Quiero ponerme al día con alguna serie? ¿Quiero ver alguna película que merezca la pena? ¿Hace tiempo que no hablo con mis amigos o familia? Afortunadamente no estamos en inmersión y tenemos una potente infraestructura de comunicaciones que no permitirá ver series o películas en streaming (sin necesidad de habernos hecho con ellas antes de salir a la mar) o hacer videollamadas con nuestros seres queridos. Seguro que también tenemos alguna lectura pendiente e, incluso, algún proyecto aparcado durante meses o años que nunca sabíamos cuando retomar. Organiza tu tiempo, evita procrastinar, y vencerás.
Organizado nuestro día a día, hay un importante punto a tener en cuenta: de vez en cuando hay que salir de la rutina. Esta es una importante lección que nuestros submarinistas conocen bien. Esa ducha cada 72 horas permite salir de la rutina, pero hay que intentar buscar ocasiones para hacer “algo especial”. No hay motivo para dejar de celebrar un cumpleaños, o para no preparar un menú algo más elaborado los domingos. No en vano, una de las tradiciones de nuestro Arma Submarina es celebrar un bingo dominical, en el que participa toda la dotación, después de haber degustado un aperitivo –en el que los miembros de cada cámara intentar aportar algo típico de su tierra- y un buen arroz al caldero, pues recordemos que nuestros submarinos tienen su base en Cartagena.
Tal vez uno de los principales puntos de fricción durante el confinamiento sea la intensa convivencia. Hace algunos años, en un reportaje de televisión, una reportera preguntaba a un miembro de la dotación de uno de nuestros submarinos “¿y qué haces si tu compañero ronca”, a lo que el interrogado respondía “pues que vas a hacer, si su mujer lo aguanta en casa, no lo vas a aguantar tú…”. Sorprendentemente, la convivencia a bordo de los submarinos y el espíritu de camaradería no tiene equivalente en las Fuerzas Armadas. Existen cuatro cámaras a bordo: oficiales, suboficiales, cabos primeros y marinería, y cada una tiene sus costumbres y su forma de hacer “cámara”. En un rápido paseo por el único pasillo del submarino, veremos a algunos viendo películas, a otros charlando, y a otros jugando al dominó, un juego que resiste el paso del tiempo en los bares de nuestros mayores y en las entrañas de nuestros submarinos.
Al final, como seres humanos necesitamos socializar y exponer nuestras alegrías y miserias a la gente que tenemos más cerca. El confinamiento nos va a obligar a ello. No es mal momento para desempolvar ese juego de mesa aparcado en una estantería desde hace años, o tal vez, hacer algo que la vida frenética que llevábamos hace un par de semanas no nos dejaba tiempo para hacer: charlar tranquilamente sentados en el sofá.
Los submarinistas son una raza diferente, especial, y sin duda una de sus virtudes es la tolerancia con el prójimo, totalmente necesaria para sobrevivir a las largas patrullas en inmersión donde se comparte todo: la ducha, el retrete, la cámara que hace de comedor-salón-oficina, y a veces incluso el colchón. Hay que huir de lo que los marinos llaman la mamparitis: la progresiva irritabilidad del carácter a medida que el tiempo pasa metido entre dos mamparos. El confinamiento puede hacerse insoportable si no somos capaces de asumir que cada uno tenemos nuestras manías y nuestros vicios, pero también nuestras virtudes, y que nunca ha sido tan necesario “vivir y dejar vivir”.
Recuerda, siempre podrías estar peor –o al menos, mucho más incómodo-. #Quédateencasa y acabemos con el COVID-19 de una vez y para siempre.
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