A la memoria de Francisco José Martínez (La Habana, 1894 - Miami, 1994),
capitán de la Marina Mercante de Cuba, que me obsequió este libro.
Francisco J. Martínez fue uno de los pocos sobrevivientes del hundimiento del vapor Mambí, el 13 de mayo de 1943, durante la Segunda Guerra Mundial.
Su primera gran experiencia marítima fue como cadete, en la Dollar S. S. Line, en un viaje de graduación alrededor del mundo. Su último viaje fue como capitán del Bahía de Nuevitas, al comienzo de la revolución castrista. «Me vi comprometido a hacer un viaje con cargamento completo de azúcar, de Antilla a Riga, en el mar Báltico. Salimos un 26 de diciembre y llegamos a Riga el 26 de enero».
Inmediatamente después de ese viaje y de haber navegado durante treinta y tres años Martínez se jubiló, y más tarde se exilió en Miami.
El capitán Martínez escribió el capítulo “El hundimiento del Mambí” que aparece en este libro.
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La Segunda Guerra Mundial y los submarinos alemanes en el Caribe es un importante documento histórico que cuenta la participación de Cuba, República Dominicana y otros países en ese cruento conflicto bélico.
Su autor, el dominicano, César de Windt Lavandier (1912-2007), oriundo de San Pedro de Macorí, era un experto en todo lo relacionado con la marina mercante. Fue capitán de buques comerciales y comandante de navíos de guerra. Se desempeñó como profesor, subsecretario de Estado, agregado naval en Londres, jefe del Estado Mayor de la Marina de Guerra y varios cargos honoríficos más.
Durante la Segunda Guerra Mundial, el 3 de mayo de 1942, fue torpedeado y hundido a bordo del vapor San Rafael, donde fungía como segundo oficial, pero logró sobrevivir junto a varios compañeros.
César de Windt Lavandier, investigador minucioso y testigo presencial de los hechos que ocurrieron en el mar Caribe durante la Segunda Guerra Mundial, ha documentado con fotos, artículos periodísticos, nombres de tripulantes, etc. una parte importante de la historia de esa guerra, que muchos ignoran.
Extractos
El 16 de febrero de 1942 comenzaron los ataques de submarinos alemanes en el Caribe. Más de 400 buques reposan para siempre en las profundas aguas de ese mar. El Caribe se convirtió en un matadero de buques. Hubo meses en que el 50% de los barcos hundidos en el mundo lo fue en aguas de América y un 27% de los que salieron de sus puertos fueron hundidos. Aquella fue una verdadera masacre. Los alemanes estuvieron a punto de cambiar el curso de la Historia en los mares cercanos a las costas de Estados Unidos.
Operación “Newland” y un pequeño error alemán
El propósito de la operación “Newland” consistía en destruir las fuentes de abastecimiento de combustibles que surtían a las fuerzas aliadas. Si esas fuentes eran destruidas, los ejércitos aliados se paralizarían. La refinería de petróleo de Aruba era en esos años la más grande del mundo y constituía el objetivo más ansiado por los alemanes.
Cuando el teniente Von dem Borne dio la orden de fuego, una prematura explosión sacudió al submarino. ¿Qué había pasado? El proyectil había explotado en el tubo del cañón porque alguien había olvidado remover la tapa de la boca. El olvido de un marino alemán inclinó la victoria a favor de los aliados. Ese día, Hitler perdió la guerra.
Desembarco de alemanes en tierras americanas
Hubo desembarcos de comandos saboteadores alemanes que se infiltraron en nuestros países. En una ocasión, uno de sus miembros (un alemán casado con norteamericana y que sentía un verdadero afecto por Estados Unidos), una vez en tierra, llamó al FBI, pero lo creyeron loco. Más tarde habló directamente con el mismo Edgar Hoover con el mismo resultado. Días después, de pura casualidad, alguien le prestó atención y la misión de sabotaje fue abortada.
Las poblaciones costeras de Estados Unidos mantenían encendidas sus luces. Desde la mar, navegando muy pegado a la tierra, las tripulaciones de los submarinos se distraían viendo a las parejas bailar en los casinos.
Los comerciantes de La Florida comenzaron a preocuparse, porque al llegar la primavera las arenas blancas de las playas se cubrirían con el petróleo derramado por los tanqueros hundidos cerca de la costa.
Pescado fresco
En la primavera de 1942, el bote de un pescador dominicano fue abordado por tripulantes de un submarino alemán; le compraron todo lo que había pescado y le pagaron con un billete de $10.00.
La marina cubana hunde submarino alemán
El CS-13, un caza–submarino cubano, hundió el submarino alemán U-176 en el Canal Viejo de Bahamas en mayo de 1943. En toda la guerra, este fue el único caso en que un pequeño buque, de solo 83 pies de largo y construido de madera, destruyó un submarino. Este submarino fue el mismo que hundiera al Mambí, última acción en la que tomó parte, pocas horas antes de ser destruido por el caza-submarino cubano.
Pero no fue este simple hecho la gran contribución de Cuba al empeño bélico aliado, fue la osadía de su marina mercante y la valentía de sus hombres que continuaron navegando en medio de esa carnicería marítima, surtiendo a la industria americana de los vitales productos de la industria azucarera cubana (mieles, alcohol y derivados), y también minerales, como cobre, níquel, etc.
Un submarino alemán amenaza a La Habana
El 23 de marzo de 1942, el diario El Crisol informó que un submarino alemán, frente a la costa habanera, transmitió en perfecto español que atacaría la capital en un futuro cercano.
Un espía alemán en La Habana
Se reportó que August Lunning, agente de la Gestapo en La Habana, fue el responsable del hundimiento del Santiago de Cuba y otros buques. Lunning tenía pasaporte hondureño otorgado por el cónsul general de Honduras en Berlín. Fue capturado en La Habana, donde fue juzgado, condenado a muerte y fusilado.
Tres buques cubanos hundidos
El SS Santiago de Cuba y el SS Manzanillo de la Empresa Naviera de Cuba, y el Mambí, de la Cuba Distilling Company, fueron hundidos por submarinos alemanes con gran pérdida de vidas. Cuba, útil aliado
El historiador naval, Almirante Samuel Morrison en su libro The Two Ocean War dice: «Cuba fue nuestro más útil aliado, exceptuando al Canadá».
Descripción dantesca
La noche del 13 de mayo de 1942 en el buque cisterna danés se elevó una columna de agua al recibir el impacto del torpedo que explotó, lanzando por los aires chorros de petróleo hirviente como un volcán en erupción. El combustible se extendió por la mar.
Durante los primeros segundos reinó un silencio absoluto, solo flameaba crepitando el petróleo. El ardiente líquido se extendió como una alfombra roja, desenrollada por manos invisibles. El humo que despedía el combustible quemado apestaba la atmósfera y las llamaradas de aquel purgatorio consumieron todo. Los seis vigías apostados en el puente del submarino fueron testigos de aquel horror. Divisaban las antorchas vivientes que nadaban a flor de agua y los oían gritar mientras se iban asando… sentían el hedor diabólico de la muerte, el olor de la carne achicharrada a la que el mar añadía su pizca de sal, en tanto el infierno crepitante elevaba sus lenguas hacia el cielo cuajado de estrellas, que centelleaban pálidas y gélidas como si se estremecieran de frío mientras barco y hombres ardían cual yerba seca. Después, un humo oscuro y denso lo cubrió todo y se tendió como una mortaja negra sobre el fuego. Debajo de ella seguía ardiendo el petróleo. Aquéllos que lograron escapar del fuego fueron rescatados con horribles quemaduras.
Nota
Coincidencias cronológicas.
El 13 de mayo de 1943, día en que hundieron el Mambí, el capitán Francisco J. Martínez celebraba su cumpleaños número 49.
Un día después de su fallecimiento, ocurrido el 12 de mayo de 1994, Martínez hubiera cumplido 100 años de edad.
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