La fabricación y el despliegue de estas máquinas en las profundidades supone todo un desafío técnico que ya resuelven varias empresas españolas
Muchas de las operaciones submarinas que se llevan a cabo por buzos profesionales forman parte de misiones peligrosas. Además, no siempre es posible adentrarse por espacios angostos y rincones desconocidos del fondo del mar. Desde hace unas décadas la robótica submarina está dando respuesta a las necesidades de distintas actividades que se llevan a cabo en la profundidad de las aguas submarinas. El viaje innovador se ha ido sofisticando y perfeccionando. «Se empezó a usar para el mantenimiento de estructuras sumergidas en mucha profundidad, pero con equipos muy grandes que valen mucho dinero», explica Gojko Kremenic Rodríguez, CEO de Andalú Sea Robótica Submarina.
Hace seis años un grupo de colaboradores que trabajaban en distintas áreas de investigación, todos relacionados con el mar, se introdujeron en la robótica submarina. «Empezamos a trabajar juntos y montamos la empresa hace tres años», indica el responsable. Llevan a cabo tres tipos de trabajo: los marítimos en el entorno portuario y naval; colaboraciones con universidades en proyectos; y formación, «enfocada a chicos y chicas de institutos públicos de enseñanza donde les introducimos en robótica, para que sepan lo que se hace en esta área. Empiezan a familiarizarse y hacen pruebas técnicas», explica el fundador.
El CEO de Andalú Sea no tiene dudas de que «la robótica submarina es la forma más rápida, segura, eficiente y económica de hacer una inspección submarina. Baja a 100 metros de profundidad en dos minutos, está dos horas dando vueltas y sube en dos minutos». Tiene su complejidad a la hora de pilotar, «sobre todo cuando manejas un robot sumergido a tanta profundidad», matiza. Gracias a los equipos cada vez más pequeños y ligeros los robots submarinos logran entrar en túneles sumergidos, en salvamento marítimo e incluso en centrales nucleares.
El robot submarino ROV va conectado a superficie con un cable «que es como el cordón umbilical, no deja ninguna huella, ni química, ni biológica», explica el CEO. La fabricación de un robot submarino es más compleja que la de cualquier otro tipo de robot. «En el medio marino estás sometido a la presión, a la salinidad, a corrientes y la visibilidad decrece en función de la profundidad», subraya Gojko Kremenic Rodríguez. Además, «la electrónica con el agua no se lleva bien, menos con el agua salada». Estos robots están configurados para moverse con libertad y para aguantar las presiones. Por otro lado, «se requiere que los paneles sean resistentes y tengan flexibilidad y que los tubos donde está la electrónica, cámara y batería, estén muy reforzados para superar las presiones», añade.
Hace falta un cableado bien configurado. A todo ello se une el hecho de que, a tanta profundidad, en el 85% de los casos no hay visibilidad o es muy mala. Se usa un sistema de visión basado en la ecolocalización y se logra una imagen en tes dimensiones, aunque esté a oscuras. Uno de los proyectos en los que está trabajando esta empresa es en la transformación digital de los datos que recoge el robot: «Podemos hacer un gemelo digital de la estructura o del entorno submarino, algo que resulta muy interesante».
Esfuerzo colectivo
José-Fernán Martínez-Ortega es catedrático de la Universidad Politécnica de Madrid y fue el coordinador del proyecto europeo SWARMs cuyo principal objetivo era ampliar el uso de vehículos submarinos no tripulados y facilitar la creación, planificación y ejecución de las operaciones marítimas y offshore, reduciendo el coste operacional y aumentando la seguridad. Este proyecto, liderado por la UPM, contó con un consorcio de naturaleza público-privado formado por 30 miembros en representación de 10 países europeos. Contó con una financiación de 18 millones de euros.
«Montamos una plataforma inteligente de cooperación entre vehículos subacuáticos para que colaborasen entre sí independientemente de su función», explica el investigador. Son muchos los trabajos que realizan estos robots debajo del mar, «en tuberías, plataformas petroleras, granjas eólicas… llevan a cabo labores de inspección, monitorización de polución, control del impacto en el mar», añade. Tras la experiencia, Martínez-Ortega cree que «hay mucho por hacer todavía y con la IA ha mejorado mucho. Para nosotros lo importante es que se coordinasen de manera inteligente y para conseguirlo hace falta mucha tecnología por detrás».
Destaca la difícil tarea que deben llevar a cabo estos robots debajo del mar. «Cuando están debajo de agua, deben tomar decisiones sobre la marcha», puntualiza. Subraya igualmente las difíciles condiciones en las que trabajan y la difícil labor que realizan las empresas para tenerles siempre bajo control. «Estamos hablando de vehículos que pueden costar dos o tres millones de euros, y no se pueden perder en el mar».
Este sector también ha despertado el interés de emprendedores, como es el caso de la startup Nido Robotics, fundada en Murcia por el noruego Roy Torgersen, quien vive en la ciudad española desde los 14 años. El Sibiu Nano es su producto más innovador, un vehículo submarino no tripulado que se puede personalizar a gusto del cliente. Gracias a este aparato se ha posicionado en el mercado como uno de los referentes a nivel nacional. Se trata de una unidad ultraligera (pesa menos de cinco kilos) y de gran versatilidad, especialmente útil para aquellos que trabajan cerca de la costa: empresas y escuelas de buceo, explotaciones acuícolas, universidades o centros de investigación. Nació con la premisa de ser un vehículo eficiente y de bajo coste para ponerlo a disposición de todos. Otra prueba de cómo los ingenios robóticos 'made in Spain' conquistan ya las profundidades.
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