El límite, cuando hablamos de drones, no está en el cielo. Está en los océanos. Y el equipo de OpenROV pretende sobrepasarlo. Esta empresa estadounidense quiere «democratizar la exploración marina y la ciencia» y para ello ha creado robots submarinos de código abierto a precio asequible. Su primer modelo, el 2.8 se presentará en la Bilbao Maker Faire este fin de semana. Porque, como esta feria predica, la tecnología es el nuevo rock and roll.
Todos hemos visto a Jacques Cousteau con su gorrito rojo explorando un mundo fantástico. Nosotros pretendemos trasladar esa experiencia al público general
La robótica submarina lleva desarrollándose desde mediados de los años sesenta, aunque fuera una realidad desconocida para el gran público. Los robots submarinos costaban millones y tenían el tamaño de un todoterreno. Con unas dimensiones similares a las de una caja de zapatos y un precio que ronda los mil euros, los OpenROV se configuran como la revolución tecnológica de los océanos. Un robot con una cámara que se retransmite en directo a una página web. Su principal virtud se intuye ya en su propio nombre, y es que OpenROVs funciona con código abierto, invita a los usuarios a participar en el desarrollo y creación del aparato.
Algunos lo controlan con un mando de Playstation. Hay otros que lo conectan con unas gafas de realidad virtual. De momento, el robot tiene solo una cámara, así que la experiencia no es tan inmersiva como debería. Pero con cientos de personas innovando y comentando en sus foros es solo cuestión de tiempo que se resuelva este contratiempo.
OpenROV nació en un foro de Internet, explica c, embajador de la marca en España. «Un par de chavales de California querían explorar una cueva submarina y crearon un foro para preguntar y comentar las dificultades que fueron teniendo. Poco a poco se fue creando una comunidad que los ayudó a crear el producto». La idea pues, fue colaborativa desde su génesis y sus creadores pretenden que siga siéndolo. «Cedes tu propiedad intelectual, pero a cambio consigues un montón de i+D», comenta Dyrdahl. Una ecuación en la que todos ganan.
El modelo actual tiene un alto grado de hackeabilidad, propone que antes que explorador, el usuario sea ingeniero, que sepa cómo se monta un robot y se plantee mejorarlo, añadirle características. Sería algo así como un juego de Lego para geeks.
Esta peculiaridad, asegura Dyrdhal, hace que uno se replantee cómo funcionan los objetos que uno tiene alrededor, cambia la perspectiva, de consumidor a creador. «Imagina que esa bombilla se la enciendes a un estudiante de 13, 14 años», reflexiona. «Le puedes estar dando un futuro». No es el único que piensa así. En EE.UU. OpenROV ha tenido mucho éxito en el mundo académico, y son habituales los eventos en los que se anima a estudiantes universitarios a explorar las posibilidades de este robot a medio montar.
No todo el mundo puede crear, pero a todo el mundo le gusta explorar. Por eso OpenROv acaba de finalizar una campaña en Kickstarter para financiar Tridente, un modelo que renuncia a la creación para permitir que todos, independientemente de su destreza, puedan explorar las profundidades del océano. «Todos hemos visto a Jacques Cousteau con su gorrito rojo explorando un mundo fantástico” comenta Dyrdhal, “nosotros pretendemos trasladar esa experiencia al público general». El océano es el límite. O lo era.
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