02 noviembre 2013

Lothar von Arnauld en Galicia


El más grande cazador de barcos que ha conocido la historia tiene nombre alemán, o casi. Lothar von Arnauld de la Perière fue un comandante de submarinos alemán de la Primera Guerra Mundial, de nombre aristocrático, de origen francés, pero trato sencillo, capturó o envió al fondo del mar a 195 buques enemigos, con un total de 455.869 toneladas
Fue el submarinista más condecorado, recibiendo la más alta distinción germana, la Orden Pour le Mérite. Convertido en héroe nacional en Alemania, sobrevivió a la guerra y falleció en un accidente de aviación en París en 1941 con el grado de almirante.
En muchas referencias se indica que sus éxitos militares se produjeron en exclusiva en el Mediterráneo, a bordo de su exitoso U 35. En realidad cinco de sus victorias tuvieron lugar en el Atlántico, tres en las aguas que rodean Galicia, frente a la Costa da Morte, en el más moderno y capaz U 139 en las postrimerías de ese conflicto.
Una de sus víctimas, a punto estuvo de costarle la vida, a él y a toda su tripulación. A la altura del cabo Villán, en su flamante sumergible, el comandante Lothar von Arnauld avistó y atacó un convoy, en superficie ¡a cañonazos!, consiguiendo averiar gravemente a dos vapores. Cuando la escolta los obligó a sumergirse, iniciaron un ataque con torpedos.
Así lo relata:
«? el ruido de las hélices parece alejarse y el U 139 sube lentamente a la superficie hasta sacar el periscopio; al mirar veo una sombra próxima y en buena posición para ser torpedeado. No pierdo un solo instante:
-Tubo uno de proa, ¡fuego!
El torpedo sale del tubo y volvemos en seguida a mayor profundidad; no ha pasado ni un minuto cuando oímos sobre nosotros una terrible explosión que hace vibrar todo el submarino. Sentimos una terrible sacudida y las luces se apagan, el agua comienza a entrar a bordo y el submarino escora fuertemente, con un balanceo continuo».
Ocurrió que habían torpedeado a uno de los vapores previamente averiados en el ataque en superficie y que este, ya tocado, se había hundido como una piedra al recibir el torpedo cayendo sobre el submarino que pasaba justamente por debajo de él. El mercante arrastraba inexorablemente al submarino a profundidades donde sería destrozado por la presión.
Solo queda una solución que, sin embargo, los pondrá en manos de los escoltas que están arrojando cargas de profundidad en superficie buscando venganza:
-«¡Aire a todos los tanques!», ordena Von Arnauld, con la voz más tranquila que puede impostar.
El submarino se detiene en el acto y el buque condenado se desliza literalmente sobre su costado hacia su tumba.
El aire inyectado en los tanques los impulsa hacia la superficie como una pelota, a una velocidad endiablada. Pero una vez más la suerte está de su lado, la oscuridad de la noche los enmascara frente a la escolta del convoy, y aunque tienen una vía de agua en la torreta, las superestructuras arrancadas y los periscopios rotos, consiguen alejarse de aguas tan peligrosas.
Al día siguiente un mercante portugués llegó a reparar a los hombres con vino de Oporto y al submarino con un cargamento de cemento con el que taponar las vías de agua.
El buque de la Armada portuguesa Augusto de Castilho sería la última víctima de este submarino poco después en las inmediaciones de las islas Azores tras un combate heroico.
El vapor que casi acaba con el héroe nacional alemán era -es, porque todavía está allí, hundido a 150 millas al nornoroeste de cabo Vilán- el italiano Manin, de matrícula de Génova y que desde Águilas (Murcia) se dirigía a Glasgow (Reino Unido)
Otro vapor hundido por el U 139 en este ataque fue el británico Bylands, de 3309 TRB, que iba de Bona a Dublín con fosfatos. El trawler de la Royal Navy HMS Perth resultó dañado por fuego de cañón.
Miguel San Claudio
La Voz de Galicia

No hay comentarios:

Publicar un comentario