Al inicio de la Primera Guerra Mundial, los estados mayores navales ni siquiera se plantearon algún tipo de medida antisubmarina y por esta ingenuidad y falta de previsión y falsas suposiciones sobre el arma submarina, pagaron un precio muy alto.
Ni recomendaron la sencilla precaución de emplear la velocidad y frecuentes cambios de rumbo (como en zigzag) para dificultar a los submarinos enemigos su caza. Ni hubo convoyes para los barcos mercantes hasta casi el final de la guerra, cuando los submarinos alemanes casi habían vencido a la Gran Bretaña al no quedarle alimentos sino para unas 6 semanas.
Además de enviar cientos de pequeñas embarcaciones de patrulla para disuadir a los submarinos de subir a la superficie se aplicaron al final, algunas otras medidas. Las primeras fueron las minas, colocadas en dos enormes barreras a través del Canal de la Mancha y de la entrada septentrional del mar del Norte (se colocaron cerda de 160.0000 minas) aunque destruyeron muy pocos submarinos
La otra medida antisubmarina fue el uso de cargas de profundidad (un recipiente lleno de alto explosivo que explotaba gracias a una espoleta de profundidad). Desarrollado en Gran Bretaña en 1915, no se empleó hasta 1916.
Una estrategia física usada por los británicos fue el uso de los "Barcos Q": buques mercantes falsos que bajo una superestructura escondían cañones. Tripulados por voluntarios de la Marina que hacían de señuelo para los submarinos para atraerlos hasta que estuvieran al alcance de los cañones. Estos barcos hundieron un total de 17 submarinos alemanes a cambio de ser hundidos 24 de ellos. Pero la peor consecuencia fue la de ayudó a los alemanes a justificar su política de atacar sin previo aviso.
Pero si una muestra hay de su desesperación para atrapar los submarinos alemanes fue la variopinta medidas antisubmarinas que se llegaron a usar: dar sacos de lona a los pescadores para que los pusieran en los periscopios que encontraran, adiestrar gaviotas y leones marinos (de un circo de Glasgow) para localizar submarinos. Aunque al final se centro un poco la cosa y se derivó a la fabricación de hidrófonos que mostraron su utilidad en la defensa de fondeaderos con el incidente del UB-116
Curiosamente, de los cerca de 400 comandantes de submarinos, un 65% del tonelaje hundido fue a cargo de sólo un 5% del total, lo que muestra la importancia de las tripulaciones para conseguir de los submarinos un arma eficaz.
Nacho Padró
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