El año 1958 vio por primera vez como un submarino soviético y de la clase convencional OTAN “Zulu” (Proyecto 611, según su denominación de origen) penetraba en las aguas del Atlántico Sur, llegando hasta la latitud 1° 50´S (Castro, Pablo y Sciaroni, Mariano, 2013, pág. 7)
A esta primera y casi imperceptible visita le seguirían casi inmediatamente “una serie de misiones en el Atlántico Sur por parte de otros submarinos” de la Unión Soviética (Castro, Pablo y Sciaroni, Mariano, 2013, pág. 7), tanto con fines científicos como militares, para entre otras cosas “registrar campos gravitacionales terrestres, así como medición de salinidad del mar, cotejo de temperaturas, corrientes marinas y otros datos que sirvieran para operaciones futuras de submarinos de misiles balísticos en dicha zona, la que se consideraba poseía escasas defensas antisubmarinas” (Castro, Pablo y Sciaroni, Mariano, 2013, pág. 7)
Quizá algunos de estos submarinos fueron los que ocasionaron, aún cuando jamás ello fue reconocido por la U.R.S.S., algunos incidentes en las costas australes en los años 1958, 1959 y 1960, que involucraron a unidades de la Armada Argentina.
Si bien la posición oficial de la Unión Soviética era que se acercaban a estas aguas con fines de investigación, las autoridades argentinas no consideraban que los misteriosos submarinos avistados tuvieran dichas intenciones.
El 27 de febrero de 1960, pocos días después que finalizara, como siempre sin ningún resultado, la mayor de las cacerías antisubmarinas en la Patagonia, los presidentes Arturo Frondizi (Argentina) y Dwight Eisenhower (Estados Unidos de América) volaban juntos desde Mar del Plata hacia Bariloche, para participar en un evento en dicha ciudad.
Como se dejó asentado en las minutas de la amena charla (U.S. Department of State - Office of the Historian, 1991, pág. 607), dando así una versión casi oficial argentina de lo sucedido, “la conversación giró entonces hacia el tema de los contactos submarinos en el Golfo Nuevo. El Presidente (Eisenhower) preguntó si realmente hubieron submarinos allí. El Presidente Frondizi contestó que sí. De hecho, se creía que había dos y posiblemente tres. En respuesta a una pregunta del Presidente (Eisenhower) el Presidente Frondizi expresó su creencia de que estaban chequeando la ruta alrededor del Cabo de Hornos, la cual el mundo libre se vería obligada a utilizar en caso de un conflicto generalizado y la rotura del Canal de Panamá. Del mismo modo, expresó que de esa forma la Unión Soviética obtenía experiencia en cruceros de larga distancia para sus tripulaciones, corriendo peligros mínimos dado el equipamiento obsoleto que la Argentina poseía”
Los soviéticos mantuvieron su presencia submarina en el Atlántico Sur a lo largo de los años, pudiendo señalarse que la aparición de un submarino Proyecto AB611 (o “Zulu V” para la OTAN) en el entonces llamado Puerto Stanley (hoy Puerto Argentino) resulta otra evidente prueba del interés del arma submarina en estas aguas (Castro, Pablo y Sciaroni, Mariano, 2011) durante la guerra fría.
Los presidentes Arturo Frondizi (Argentina) y Dwight Eisenhower (Estados Unidos de América) |
Este submarino (numeral B-73 Lira) se había visto obligado a tomar dicho puerto hostil, en tanto fue afectado por un gravísimo problema mecánico cuando se encontraba realizando nuevos estudios para el aprovechamiento del área con fines militares (Castro, Pablo y Sciaroni, Mariano, 2011)
Debe añadirse que los sumergibles soviéticos no solo realizaban patrullas en estas aguas, sino también utilizaban el Pasaje de Drake para redesplegarse desde las bases en Europa hasta las del Pacífico.
Con todo ello, puede afirmarse que el Atlántico Sur no era ajeno a los submarinos soviéticos. Con ello, no es descabellado pensar que esta arma, de enorme potencial para realizar tareas de inteligencia, estuvo presente subrepticiamente en la zona de operaciones.
En principio, un submarino convencional clase OTAN “Foxtrot” (Proyecto 641), se encontraba en el Atlántico Sur y operando (tal como los buques de superficie) desde el puerto de Luanda (Sciaroni, 2010, pág. 146). Este buque, numeral B-826 Yaroslavsky Komsomolets estuvo en operaciones desde el 23 de enero al 19 de septiembre de 1982, aún cuando pareciera en las cercanías de las costas africanas.
La presencia de cualquier otro submarino soviético en el Atlántico Sur jamás fue confirmada por los soviéticos, ni alcanzó a alcanzar ninguno de ellos (por ningún contendiente) el CERTSUB, es decir el mayor grado de clasificación de ingenios submarinos, que se da cuando un submarino (o parte de él) es avistado por personal idóneo o es escuchado sonido mecánico (Sciaroni, 2010, pág. 133).
El primer indicio que un sumergible soviético se encontraba en el área la dio el Agregado Naval de los Estados Unidos en Argentina, quien el 1° de abril a última hora, el día anterior de la recuperación de Malvinas, le informó a su par británico que “habían confirmado la presencia de un submarino soviético, uno o más, en las Islas Malvinas” (Williams, 2 de abril de 1982).
Dos semanas después (el 15), un inexplicable atraso teniendo en cuenta que la Unión Soviética era un enemigo común para el bloque occidental, Estados Unidos hizo llegar información similar a la Armada Argentina (Gilbert, 2007 , pág. 476), agregando Gilbert que “la información era correcta” (Gilbert, 2007 , pág. 476).
Respecto a Isidoro Gilbert, vale indicar que era considerado el canal alternativo (a los Ministerios de Relaciones Exteriores) más importante en el vínculo Buenos Aires – Moscú, señalándose que habría llegado a tener el rango de Coronel en la KGB (Brilev, 2008, pág. 98). Es decir, sus opiniones no pueden ser dejadas de lado.
Asimismo, también es útil reseñar que un artículo del periódico soviético Pravda (del 14 de abril) decía que los submarinos soviéticos en el área no eran un factor desestabilizante (Turner, 15 de abril de 1982) sin específicamente negar su presencia cerca de Malvinas.
A todo evento, Argentina conocía la presencia soviética en el área por lo menos desde el 3 de abril, en tanto se procedió a informarle a la CIA de ello, señalando los analistas norteamericanos de inteligencia que “informando a funcionarios estadounidenses de la presencia de los soviéticos, los argentinos pueden estar tratando de presionar a los EE.UU. para que adopten una posición neutral” (Central Intelligence Agency, 3 de abril de 1982, pág. 3)
Paradójicamente, el Almirante estadounidense Harry Train (Comandante de la Flota del Atlántico durante el conflicto Malvinas) en una serie de conferencias en la Escuela Nacional de Defensa, Universidad de Belgrano y Escuela de Guerra Naval, los días 26, 27 y 28 de noviembre de 1986, preguntado acerca de los submarinos rusos en el área, señaló “Yo no creo que estuvieran allí. Tengo que decir que, de haber estado, yo debía haberlo sabido” (Train, Septiembre / Diciembre de 2012, pág. 258).
En el mismo sentido, un pedido de información al Comandante de la Fuerza de Submarinos de la Armada de Estados Unidos, peticionando datos sobre submarinos soviéticos cerca de Malvinas o Argentina, desde el 15 de abril al 15 de mayo de 1982, fue contestado al suscripto el 16 de julio de 2009, indicando que no tenían registros de tal presencia. Misma respuesta dio ese año el Comando Sur (Departamento de Defensa de los Estados Unidos), contestando que no tenían registros de la presencia de submarinos soviéticos en el Atlántico Sur, desde abril de junio de 1982.
Pese a las contradicciones, ambos bandos podían intuir que había submarinos extranjeros en el área, sea por los informes de inteligencia, como por esporádicos contactos con artefactos sumergidos, los cuales no pertenecían al bando contrario.
Solamente para mencionar dos de estos eventos antisubmarinos, puede comentarse el ataque argentino ocurrido el 5 de mayo, de dos aviones S-2E Tracker y dos helicópteros H-3 Sea King, los cuales, operando desde el portaaviones ARA 25 de Mayo localizaron, mantuvieron el contacto y atacaron a un objeto inteligente sumergido en las cercanías del portaaviones (Sciaroni, 2010, pág. 129).
Y, asimismo, el ataque británico del 11 de mayo, donde un helicóptero Wessex con base en el destructor HMS Antrim atacó a otro contacto sumergido, el cual maniobró por 50 minutos en forma inteligente y a una velocidad compatible con la de un submarino nuclear (Parry, 2012, pág. 154).
Es decir, si bien no fue detectado ningún submarino soviético en el área con grado total de certeza, su presencia rondaba claramente las aguas en disputa, solamente pudiendo especularse con su cantidad, modelo y locación precisa.
Como muestra, puede mencionarse que en un informe del británico Comité de Inteligencia Conjunta (JIC, por sus siglas en inglés) del 15 de abril, se mencionó que no había submarinos de la U.R.S.S. en el Atlántico Sur. En la reunión del día siguiente en Northwood, el Comandante en Jefe de la Royal Navy, atacó dicha aseveración, indicando que “nadie podía ser categórico acerca de la ausencia de submarinos soviéticos, agregando unos comentarios desdeñosos acerca de las apreciaciones de principiante del JIC” (Chiefs of Staff Committee, 16 de abril de 1982). El almirante inglés conocía perfectamente que los soviéticos podían estar por cualquier lado.
Por último, un caso curioso de eventual colaboración de la Unión Soviética con Argentina, que puede aquí someramente analizarse, es la oferta recibida por el General Galtieri, para torpedear a un buque británico y que el crédito sea tomado por un submarino argentino.
El 9 de abril, luego de un accidentado vuelo (en tanto su avión fue interceptado por aviones cazas brasileños) llegó a la Argentina Emilio Aragonés Navarro, en su carácter de embajador de Cuba y representante de Fidel Castro. El mismo estaba ausente del país desde hace un año, luego que el gobierno argentino acusara al país caribeño de financiar y apoyar a la guerrilla de izquierda de la década anterior (Cardoso, 2012, pág. 225)
Al día siguiente, Aragonés Navarro se reunió con Galtieri y, luego de agradecerle este el gesto de solidaridad americana, le indicó que “detrás de esto está la voluntad de hacer lo que haya que hacer…enviarle un submarino y hundirle un barco…cualquier cosa” (Yofre, 2011, pág. 275)
El 11, la información ya se había “filtrado” a la prensa. La agencia Diarios y Noticias (DyN), citando a una “fuente diplomática confiable” del bloque oriental, señalaba que Moscú estaba dispuesta a ayudar a Argentina de todas las formas posibles, no excluyendo el apoyo militar, dejando saber que un submarino soviético patrullaba en aguas malvinenses (Mastny, Mayo / Junio de 1983, pág. 48).
Un par de días más tarde, Galtieri se reunió con el General Alexander Haig, el mediador estadounidense y formalmente le indicó que “los cubanos dejaron implícito que estaban hablando por los rusos, en incluso insinuaron que los soviéticos habían ofrecido hundir al portaaviones británico (con el Príncipe Andrés a bordo), dejando a los británicos y al mundo con la impresión que un submarino argentino lo había hecho” (Renstchler, 1982)
Sin embargo, de las desgrabaciones de las conversaciones del 9 de abril, no surge que el embajador cubano intentara siquiera representar los intereses de la Unión Soviética, la cual, vale recordar, tenía su propio embajador en Argentina. Posiblemente haya tenido la intención literal de ofrecer los servicios de los dos submarinos (de la clase “Foxtrot”) que la Marina de Guerra Revolucionaria poseía operativos en ese momento: Galtieri posiblemente haya intentado, con dicha oferta, dar un argumento a Haig del peligro del escalamiento del conflicto.
Como corolario de todo ello, los británicos están convencidos que el portaaviones HMS Invincible (con el Príncipe Andrés abordo), fue blanco de un ataque con torpedos el día 5 de mayo, logrando evitarlos. Dichos torpedos no fueron argentinos, en tanto ningún submarino nacional se encontraba en sus cercanías.
En efecto, a las 1156z la escolta cercana del portaaviones, la fragata HMS Brilliant detectó un torpedo en el agua, siendo corroborado el reporte por el sonar del Invincible, lo que hizo que este hiciera “una violenta evasión evasiva” a alta velocidad, a la vez que se ordenó a la tripulación ponerse a cubierto para esperar el impacto.
El portaaviones HMS Invincible |
En dicho momento, desde la cubierta de vuelo, dos marinos “estuvieron convencidos de ver a un torpedo pasando por estribor” (HMS Invincible, 1982, pág. 60). Se ordenó a la tripulación no hablar del tema y, oficialmente, se consideró al ataque como inexistente.
La saga de los submarinos en el Atlántico Sur en 1982, para finalizar, es una que todavía no fue escrita en su totalidad.
Trabajos citados
Brilev, S. (2008). Fidel, Futbol, Folklendy: Latinoamerikanskiy dnevnik. Moscú: Zebra.
Cardoso, O. R. (2012). Malvinas. La Trama Secreta. Buenos Aires: Sudamericana.
Castro, Pablo y Sciaroni, Mariano. (1 de Agosto de 2011). Un Zulú en Malvinas. Obtenido de ElSnorkel.com:
Castro, Pablo y Sciaroni, Mariano. (2013). Submarinos Extranjeros en la Patagonia Argentina. Mar del Plata: ElSnorkel.com.
Central Intelligence Agency. (3 de abril de 1982). Falkland Islands Situation Report # 2. CIA CREST Database.
Chiefs of Staff Committee. (16 de abril de 1982). Chiefs of Staff Meeting. FCO 7-4473.
Gilbert, I. (2007 ). El Oro de Moscú. Buenos Aires: Sudamericana.
HMS Invincible. (1982). HMS Invincible Falkland Islands Campaign Diary. DEFE 69-844.
Mastny, V. (Mayo / Junio de 1983). The Soviet Union and the Falklands War. Naval War College Review, 46-55.
Parry, C. (2012). Down South: A Falklands War Diary. Londres: Viking.
Renstchler, J. (1982). James Rentschler’s Falklands diary.
Sciaroni, M. (2010). Malvinas. Tras los Submarinos Ingleses. Buenos Aires: Instituto de Publicaciones Navales.
Train, H. (Septiembre / Diciembre de 2012). Malvinas: Un caso de estudio. Boletín del Centro Naval n° 834, 231-262.
Turner, B. (15 de abril de 1982). Tel No 191: Falkland Islands: Soviet Attitude. FCO 7-4527.
U.S. Department of State - Office of the Historian. (1991). Foreign Relations of the United States 1958-1960 - Volume V, American Republics. Washington: U.S. Government Printing Office.
Williams. (2 de abril de 1982). Telegram number 02/414z. FCO 7-4507.
Yofre, J. B. (2011). 1982. Los documentos secretos de la guerra de Malvinas / Falklands y el derrumbe del Proceso. Buenos Aires: Sudamericana.
El autor:
Mariano Pablo Sciaroni es abogado (UCA / 1999) y Magister en Estrategia y Geopolítica (ESG-EA / 2007).
Es autor de “Malvinas – Tras los Submarinos Ingleses”, publicado por el Instituto de Publicaciones Navales en el año 2010, así como de numerosos artículos sobre temas navales en revistas especializadas y páginas de Internet.
Es profesor ayudante en las materias Derecho Procesal Civil y Comercial II y Seminario de Práctica Profesional, en la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad Católica Argentina. En su actividad profesional, se ha especializado en litigios y derecho de seguros, habiendo escrito varios artículos sobre la temática.
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