Este año, si no hay más retrasos a los ya muchos acumulados, entrará en servicio en la Armada el submarino S-81 Isaac Peral, el primero de los cuatro de la serie S-80 encargados por Defensa. El S-80 supone un salto tecnológico para el arma submarina española, con un sistema integrado de control de plataforma, un sistema de combate y un sistema de armas con capacidad de lanzar misiles tácticos, una capacidad única entre los submarinos no nucleares de la OTAN.
Pero, mas allá del plano puramente tecnológico, los submarinos se consideran sistemas de armas de características estratégicas por la capacidad que otorgan para mantener una presencia discreta en zonas de operaciones alejadas, incluso con anterioridad a que estalle una crisis, con el objetivo de adquirir inteligencia, proteger, llegado el caso, el despliegue de una fuerza terrestre y de proyectar el poder naval sobre tierra.
Por si todo esto fuera poco, son adecuados como fuerza disuasoria, pues son capaces de alejar a buques enemigos de determinadas zonas solo con la sospecha de que se encuentre presente en ellas un submarino.
Además, añaden la capacidad de interrumpir selectivamente el tráfico marítimo, tanto a lo largo de las rutas más previsibles (preferiblemente en los estrechos de obligado paso) como mediante el bloqueo de los puertos enemigos.
Y, por último, pero no menos importante, se encuentra la posibilidad de bombardear territorio con misiles de ataque a tierra, para lo que los submarinos anaerobios son particularmente idóneos debido a su relativa indetectabilidad.
Con todas estas premisas, cabe preguntarse si los cuatro sumergibles previstos serán suficientes para un país como España, con 7.800 kilómetros repartidos en dos mares y un Estrecho de Gibraltar que vigilar, sin olvidar el eje atlántico en el que se encuentran las Islas Canarias, en cuyas aguas hay numerosos intereses.
La mayoría de los expertos están de acuerdo en que el número de submarinos de la serie inicial S-80+, cuatro, se queda corto de cara a conseguir mantener una presencia permanente en nuestras principales zonas de interés estratégico, máxime teniendo en cuenta los sumergibles con que cuentan las armadas del resto de países mediterráneos (12 Turquía; 11 Grecia; 10 Francia; ocho Italia y Egipto; seis Argelia, cinco Israel y dos Portugal), muchos de los cuales son más pequeños que España y mucha menos costa que vigilar.
Estos ocho países de la cuenca mediterránea despliegan más de 60 submarinos, que deben compartir escenario con un número indeterminado, aunque no inferior a una decena, de submarinos de otras potencias ajenas a sus costas.
Marruecos, pese a su rearme, es la única de las potencias mediterráneas que carece de submarinos, mientras que Argelia cuenta con seis: cuatro 636 de fabricación rusa, más otros dos que deberían llegar en breve si se cumplen los plazos previstos, aunque la guerra en Ucrania podría retrasarlo. Los dos de la clase Kilo, en concreto el modelo 877EKM, están entre los más silenciosos del mundo de propulsión diésel-eléctrica. A estos habría que sumar los dos modernizados de la clase 877, también de diseño soviético.
Los de la clase Kilo, con muy escasa señal, son capaces de permanecer bajo superficie 45 días; transportan una dotación de 52 personas e incorporan 6 tubos lanzatorpedos de 553 mm; 18 torpedos o 24 minas; ocho misiles Strela 3M y cuatro Kalibr 3M54K. e incorporan cuatro misiles Kalibr. Este arma es sin duda la mayor amenaza a la seguridad de España y a la del resto de Europa occidental.
Esto supone un salto cualitativo al situarse como el único país del Mediterráneo, junto a Israel, con capacidad de lanzar misiles de ataque a tierra desde un submarino. Ni los países árabes del Mediterráneo ni los de la orilla europea tienen en estos momentos esta capacidad de lanzar misiles tácticos desde sus submarinos a tierra firme, ni siquiera Francia, mientras no entren en servicio los misiles tácticos SCALP en sus nuevos sumergibles de la clase Barracuda o España dote a sus S-80 con misiles de crucero UGM-109S Tomahawk o similares.
La modernización del Arma Submarina de estas Armadas es constante, a lo que se suma el deseo de independencia tecnológica, lo que lleva a algunos de ellos a idear diseños propios, como son los casos de Italia y Turquía, además de España. Sin embargo, en la actualidad, se puede decir que Alemania manda en cuanto a la fabricación y diseño de submarinos por lo que al Mediterráneo se refiere. Otros países que aún no cuentan con estos navíos en su lista de buques aspiran a conseguirlos, como es el caso de Marruecos.
La concentración de submarinos en un mar limitado como es el Mediterráneo lleva a concluir que disponer de costa y no de submarinos –o no suficientes- es una debilidad estratégica, a lo que hay que sumar la disponibilidad operativa de los mismos para poder contar con unidades en todo tiempo que puedan cubrir las necesidades concretas de cada país. Quienes como España y Marruecos, cuando esta última disponga de ellos, cuentan con fachada a dos mares, tienen más necesidad de alistar las unidades suficientes como para mantener cubiertas ambas franjas marítimas.
Sobre el número ideal para mantener una presencia permanente en nuestras zonas marítimas de mayor interés e incluso, llegado el momento, negar el acceso a nuestras costas a otras flotas, no hay acuerdo, aunque es posible concluir que cuatro unidades –las previstas en la actualidad para el S-80+-se quedan cortas para dicho objetivo. Sin duda los presupuestos limitados determinan ésta y todas las demás capacidades, pero disponer del doble, ocho submarinos, los mismos que Italia o Egipto con mucha menos costa que vigilar, sería lo ideal.
Mientras llegan los S-80, el único submarino español en funcionamiento es el S-71 “Galerna”, que volvió a navegar después de varios años en el dique seco por los trabajos de la quinta gran carena, un proceso de revisión completa del buque al objeto de garantizar la seguridad en la navegación.
El Galerna, en servicio desde 1983, es uno de los dos submarinos de la serie S-70 que todavía continúa activo, el otro es el S-74 Tramontana. Su quinta gran carena comenzó a principios de 2018. Esta revisión permitirá al submarino continuar en servicio hasta 2028, año en el que está previsto poner a flote el cuarto sumergible de la serie S-80, el S-84 Mateo García de los Reyes.
Aunque la orden de construcción solamente abarca cuatro unidades de la clase S-80+, no han dejado de sucederse las especulaciones en torno a que se construyan más, incluso antes de que se pase a la siguiente clase. Teniendo en cuenta los dos escenarios marítimos principales donde la Armada debe desplegarse y mantener una presencia constante, Mediterráneo y Atlántico occidental (Islas Canarias), es obvio que es necesario mantener dos submarinos activos de forma constante.
Manuel Vila González escribía un artículo en la revista Global Strategy Reports, escribía que "el Arma Submarina ha de disponer de un mínimo número de unidades, que casi debe duplicar al actualmente en construcción para poder tener una presencia permanente en las tres zonas de máximo interés estratégico en atención a la triple responsabilidad descrita: el Mediterráneo Occidental, incluyendo el Mar de Alborán (la antigua zona marítima del Mediterráneo y la parte oriental de la del Estrecho); las aguas atlánticas que bañan las islas Canarias y se extienden hasta el Estrecho de Gibraltar (la antigua zona marítima de Canarias; y la parte occidental de la del Estrecho) y Finisterre y los accesos occidentales al Canal de la Mancha (la antigua zona marítima del Cantábrico)".
Insiste Vila González, presidente del Cluster de la Industria de Defensa, en que tres décadas después de la incorporación del último submarino a la Armada, "es vital priorizar la contratación de más S80 para paliar nuestra terrible carencia en ese terreno, de los que dada la disponibilidad para la que han sido concebidos, se requieren siete u ocho unidades para poder garantizar la presencia ininterrumpida de un submarino en cada una de las tres áreas de nuestro máximo interés, lo que supone en la práctica doblar el número de submarinos ahora previstos, algo solo realista en un contexto de incremento presupuestario como el que se ha comprometido".
No debemos perder de vista que las carencias en el arma submarina supone una merma en las capacidades de control de las aguas, una pérdida de influencia a nivel mediterráneo y europeo y una posible necesidad de depender de la OTAN para el control y vigilancia de nuestras aguas en caso de conflicto.
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