11 mayo 2013

La importancia económica de los submarinos y el caso del S80


El mercado global de submarinos, según The Global Submarine Market 2013-2023, se estima que puede llegar en 2023 a los 21.700 millones de dólares. Es cierto que este mercado se redujo drásticamente en Europa después del final de la Guerra Fría, aunque en la actualidad, tanto las economías en fuerte desarrollo del sudeste asiático, como los países BRIC están inmersos en fuertes programas de adquisición de este tipo de buques. Unas armas de gran capacidad disuasoria que son claves sobre todo en zonas fronterizas, como pueden ser las fronteras marítimas de las dos Koreas, India y Paquistán o Turquía y Grecia.
Este año de 2013 se estima que el mercado global ascienda a los 14.400 millones de dólares con unas tasas de crecimiento en términos de CAGR alrededor del 4,5% hasta 2023.
El mercado según el hull classification symbol se distribuye entre submarinos SSN (propulsión nuclear), SSK (propulsión tradicional), y los SSBM que además de propulsión nuclear llevan misíles antibalísticos. Cuyo coste varía lógicamente de unos a otros. El Ohio de la serie SSBN se estima que puede estar por encima de los 7.000 millones de dólares. Mientras que la clase Scorpene (S80) española se acerca a los 1.000 millones. El Barracuda francés del tipo SSN llegaría a los 1.400 millones de dólares. Si bien, el Astute del Reino Unido, también del tipo SSN, costaría unos 2.500 millones de dólares. Precios que oscilan de esta manera de acuerdo con los sistemas de combate y de electrónica que incorporen.
Sin embargo, construir una máquina de este tipo requiere una capacidad tecnológica muy elevada, y sólo los países más avanzados son capaces de llevarlo a cabo. El vídeo que se muestra es el correspondiente al submarino nuclear francés Barracuda construido por la empresa francesa DCNS.
Sólo los países con mucha capacidad tecnológica son capaces de llevar a cabo un programa de este tipo. De ahí que surjan las alianzas de los más avanzados con el resto para compartir tecnologías. Un submarino es un buque complejo y el desarrollo de un programa de este tipo, además del coste, implica unas necesidades organizativas y tecnológicas al alcance de muy pocos países, tal como demuestran los variados informes de la Rand Corporation, que evitamos trasladar aquí para cumplir con las obligaciones legales que indica su lectura y distribución, según indica esta institución.
En uno de sus informes, sin embargo, se hace hincapié en la necesidad de atender una serie de consideraciones para llevar a cabo este tipo de programas, como son: 1) dar estabilidad en el tiempo; 2) hacer alianzas industriales de largo plazo; 3) establecer de manera adecuada las responsabilidades de las empresas privadas y de las organizaciones públicas; 4) desarrollar una base industrial con características estratégicas en el largo plazo; 5) desarrollar una política de formación consistente para los directores de los programas; 6) involucrar a todas las instituciones necesarias y hacer transparentes los programas entre todas las organizaciones involucradas, siempre manteniendo la confidencialidad de aquellos aspectos que lo requieran.
En España, los programas de submarinos quedaron detenidos después del Programa Agosta que se inició en 1981. De estos quedan dos operativos (Galerna y Tramontana). Uno de ellos, el Tramontana, se muestra aquí.
Submarino Tramontana
La substitución de estos submarinos se hizo mediante los nuevos S-80 que para su exportación se venden bajo la terminología Scorpène en alianza de la empresa Navantiacon la empresa francesa DCNS. Sin embargo, dicha alianza quedó rota cuando España decidió desarrollar el submarino en solitario con la colaboración tecnológica de Lockheed Martin, con las correspondientes reclamaciones por parte de Navantia, que siguió el desarrollo de manera independiente. La noticia está en algunos medios indicando que el nuevo submarino S-80 fabricado por Navantia tiene problemas de flotabilidad. Una circunstancia que pone en peligro su desarrollo futuro y el de los mercados que estaban comprometidos. Una inversión de más de 1.000 millones de dólares que queda en enormes dificultades. España podría quedar fuera de este mercado de alta tecnología si al final no hubiera una solución adecuada. Con el grave resultado de una pérdida operativa importante en su capacidad de hard-power y otra no menos relevante de soft-power en países de fuertes crecimientos económicos.
Artículo de Eduardo Olier
en Geoeconomia.es

No hay comentarios:

Publicar un comentario