11 febrero 2014

Los tiburones del káiser

«¿Submarinos en el Mediterráneo?», se preguntaba el El Mercantil Valenciano en su primera página del domingo 9 de abril de 1916 en una columna bajo el título «Fantasías de primavera». En ella se recogía el avistamiento de tres submarinos «fantasma» por parte de las tripulaciones de varios veleros valencianos que realizaban el comercio de cabotaje de Valencia a Francia.
Cada uno de estos sumergibles, que navegaban sin bandera ni distintivo identificativo, según los marinos vigilaba el tráfico marítimo entre el Cap de Roses y San Carles de la Rápita, desde Tortosa al Cap de Sant Antoni y desde el Cap de la Nau hasta Cartagena. Incluso un pescador aseguraba haber visto como un barco extranjero con base en el puerto de Valencia abastecía de combustible y víveres a uno de los submarinos.
No obstante, el columnista dudaba de los versión de los «viejos lobos de mar». «Sea verdad, sea fantasía, lo único que es lógico afirmar que esos submarinos, si existen en nuestras aguas, no son alemanes (...) pues a estas horas lamentaríamos alguna heroica hazaña como la del ´Sussex´», decía en referencia al hundimiento dos semanas antes en el Canal de la Mancha del vapor francés en el que murió el pianista catalán Enrique Granados y otras 81 personas.
Apenas 48 horas después, el martes 11 de abril, el submarino alemán «U-34» echaba a pique un velero ruso y un vapor británico en aguas de las Columbretes. Eran los dos primeros de la treintena de mercantes que los tiburones de la Kaiserliche Marine, la marina imperial alemana, se iban a cobrar ante la costa valenciana en su lucha por cortar los suministros a los puertos aliados.
El escenario perfecto
Las «fechorías de los piratas alemanes», así las presentaba en portada la histórica cabecera de Levante-EMV, habían comenzado en el Mediterráneo en septiembre de 1915, cuando los escualos del káiser Guillermo II cruzaron el Estrecho de Gibraltar rumbo al puerto adriático de Cattaro, actual República de Montenegro y entonces el punto más al sur del Imperio Austrohúngaro. A unos 260 km del estrecho de Otranto, la bahía de Cattaro se convirtió en la principal base de los submarinos alemanes en el Mediterráneo.

Desde allí, en octubre de 1915, hundieron 45 mercantes en el Mediterráneo Oriental que desplazaban un total de 84.614 toneladas de carga. Al mes siguiente, sus dentelladas se trasladaron a las costas del Magreb (64 barcos, 156.922 t), y de ahí al levante peninsular.
España era el escenario perfecto para los submarinos alemanes –«Alfonso XIII fue germanófilo, como su madre y toda su corte», escribiría años después Vicente Blasco Ibáñez en su «Por España y contra el rey (Alfonso XIII desenmascarado)»–, pese a su condición de país neutral. Durante la guerra los puertos españoles dieron refugio a mercantes alemanes y austrohúngaros que sumaban más de 200.000 toneladas. El soporte de esta flota, junto a la presencia de espías alemanes en los principales puertos, permitía a los submarinos actuar a miles de millas de su base.
El Mercantil Valenciano ya denunciaba en portada el 12 de abril de 1917 este avituallamiento clandestino por parte del mercante alemán «Salvator» y el austríaco «Norma». Desde estos barcos anclados en el puerto de Valencia «todas las mañanas salen dos lanchas a vapor a las 9 y regresan allá a las 12». «Sabiendo que estas costas de Levante son propicias al aprovisionamiento de los piratas, nosotros no hubiéramos dejado de vigilar a los alemanes refugiados en el puerto», llama la atención el diario al Comandante de Marina.
Tampoco faltan las crónicas que hablan de un espía austríaco, «llamado Carlos Karkova», que el 15 mayo de 1917 viajó desde Valencia a Dénia para guiar con señales de «luces blancas y rojas» desde el Cap de Sant Antoni al submarino alemán «U-34» que en tres días hundió cuatro barcos en esa zona.

Los mercantes aliados y de los países neutrales navegaban junto a la franja de aguas jurisdiccionales españolas de tres millas para entrar en ella ante el avistamiento de un submarino, pero éstos en la mayoría de casos violaban las aguas territoriales para cortar la retirada a su presa.
El bloqueo naval germano, desde el Canal de la Mancha hasta el Mediterráneo, también puso en jaque a la exportación valenciana. Los hundimientos de mercantes que llevaban naranjas y cebollas al Reino Unido arruinaron el campo al encarecer los fletes.

En 1917, el año en que más buques hundieron los submarinos (3.721), la compañía de gas y electricidad Lebón tuvo que apagar el alumbrado eléctrico de Valencia a partir de medianoche por falta de carbón. Mientras, los pozos mineros de Asturias debían parar la producción al no poder almacenar más carbón pues la deficiente red de ferrocarril era incapaz de absorber el tráfico de las inseguras líneas marítimas entre Asturias y Valencia.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario