«¿Submarinos en el Mediterráneo?», se preguntaba el El Mercantil
Valenciano en su primera página del domingo 9 de abril de 1916 en una
columna bajo el título «Fantasías de primavera». En ella se recogía el
avistamiento de tres submarinos «fantasma» por parte de las
tripulaciones de varios veleros valencianos que realizaban el comercio
de cabotaje de Valencia a Francia.
Cada uno de estos
sumergibles, que navegaban sin bandera ni distintivo identificativo,
según los marinos vigilaba el tráfico marítimo entre el Cap de Roses y
San Carles de la Rápita, desde Tortosa al Cap de Sant Antoni y desde el
Cap de la Nau hasta Cartagena. Incluso un pescador aseguraba haber visto
como un barco extranjero con base en el puerto de Valencia abastecía de
combustible y víveres a uno de los submarinos.
No
obstante, el columnista dudaba de los versión de los «viejos lobos de
mar». «Sea verdad, sea fantasía, lo único que es lógico afirmar que esos
submarinos, si existen en nuestras aguas, no son alemanes (...) pues a
estas horas lamentaríamos alguna heroica hazaña como la del ´Sussex´»,
decía en referencia al hundimiento dos semanas antes en el Canal de la
Mancha del vapor francés en el que murió el pianista catalán Enrique
Granados y otras 81 personas.
Apenas 48 horas después, el
martes 11 de abril, el submarino alemán «U-34» echaba a pique un velero
ruso y un vapor británico en aguas de las Columbretes. Eran los dos
primeros de la treintena de mercantes que los tiburones de la
Kaiserliche Marine, la marina imperial alemana, se iban a cobrar ante la
costa valenciana en su lucha por cortar los suministros a los puertos
aliados.
El escenario perfecto
Las
«fechorías de los piratas alemanes», así las presentaba en portada la
histórica cabecera de Levante-EMV, habían comenzado en el Mediterráneo
en septiembre de 1915, cuando los escualos del káiser Guillermo II
cruzaron el Estrecho de Gibraltar rumbo al puerto adriático de Cattaro,
actual República de Montenegro y entonces el punto más al sur del
Imperio Austrohúngaro. A unos 260 km del estrecho de Otranto, la bahía
de Cattaro se convirtió en la principal base de los submarinos alemanes
en el Mediterráneo.
Desde allí, en octubre de 1915,
hundieron 45 mercantes en el Mediterráneo Oriental que desplazaban un
total de 84.614 toneladas de carga. Al mes siguiente, sus dentelladas se
trasladaron a las costas del Magreb (64 barcos, 156.922 t), y de ahí al
levante peninsular.
España era el escenario perfecto
para los submarinos alemanes –«Alfonso XIII fue germanófilo, como su
madre y toda su corte», escribiría años después Vicente Blasco Ibáñez en
su «Por España y contra el rey (Alfonso XIII desenmascarado)»–, pese a
su condición de país neutral. Durante la guerra los puertos españoles
dieron refugio a mercantes alemanes y austrohúngaros que sumaban más de
200.000 toneladas. El soporte de esta flota, junto a la presencia de
espías alemanes en los principales puertos, permitía a los submarinos
actuar a miles de millas de su base.
El Mercantil
Valenciano ya denunciaba en portada el 12 de abril de 1917 este
avituallamiento clandestino por parte del mercante alemán «Salvator» y
el austríaco «Norma». Desde estos barcos anclados en el puerto de
Valencia «todas las mañanas salen dos lanchas a vapor a las 9 y regresan
allá a las 12». «Sabiendo que estas costas de Levante son propicias al
aprovisionamiento de los piratas, nosotros no hubiéramos dejado de
vigilar a los alemanes refugiados en el puerto», llama la atención el
diario al Comandante de Marina.
Tampoco
faltan las crónicas que hablan de un espía austríaco, «llamado Carlos
Karkova», que el 15 mayo de 1917 viajó desde Valencia a Dénia para guiar
con señales de «luces blancas y rojas» desde el Cap de Sant Antoni al
submarino alemán «U-34» que en tres días hundió cuatro barcos en esa
zona.
Los mercantes aliados y de los países neutrales
navegaban junto a la franja de aguas jurisdiccionales españolas de tres
millas para entrar en ella ante el avistamiento de un submarino, pero
éstos en la mayoría de casos violaban las aguas territoriales para
cortar la retirada a su presa.
El bloqueo naval germano, desde el
Canal de la Mancha hasta el Mediterráneo, también puso en jaque a la
exportación valenciana. Los hundimientos de mercantes que llevaban
naranjas y cebollas al Reino Unido arruinaron el campo al encarecer los
fletes.
En 1917, el año en que más buques hundieron los
submarinos (3.721), la compañía de gas y electricidad Lebón tuvo que
apagar el alumbrado eléctrico de Valencia a partir de medianoche por
falta de carbón. Mientras, los pozos mineros de Asturias debían parar la
producción al no poder almacenar más carbón pues la deficiente red de
ferrocarril era incapaz de absorber el tráfico de las inseguras líneas
marítimas entre Asturias y Valencia.
Rafel Montaner
http://www.levante-emv.com
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