15 marzo 2020

Historia de los Submarinos

Época de avances técnicos. Tras el navarro Jerónimo de Ayanz y Beaumont y sus diseños de un submarino (1602, el primero y 1606, el definitivo) se produjeron unos cuantos avances decisivos en la consecución de un submarino funcionalmente operativo.
Justo por los mismos años, en 1605, el alemán Magnus Pegel describió en su libro Thesaurus rerum selectarum magnarum... los requisitos teóricos para la construcción de diversos artefactos entre los que se encontraba un submarino.
Y unos pocos años después, entre 1620 y 1624, Cornelius Drebbel, de los Países Bajos, construyó y probó en Inglaterra varios submarinos basados en el diseño de William Bourne (ver primer artículo de esta serie). El último de ellos estaba propulsado por seis remos y se dice de él que podía maniobrar bajo el agua. Fue presentado en el Támesis en una travesía río abajo desde Westminster hasta Greenwich. Sin embargo, algunos estudios recientes sospechan que solo se trataba de un semi-sumergible y que seguía las corrientes del río, por lo que no contaría con un control de dirección.
Tenemos que avanzar siglo y medio, hasta el año 1775, para encontrarnos al independentista norteamericano David Brushnel que construyó un submarino militar que no solo funcionó, sino que incluso entró en batalla en la Guerra de Independencia de los EE.UU. Fue bautizado como “La Tortuga(The Turtle) por su aspecto. Estaba construido en madera, para descender o ascender incorporaba o expulsaba agua de un depósito y, como propulsión, se valía de una hélice accionada manualmente.
“La Tortuga participó en septiembre de 1776 en las operaciones contra el bloqueo naval británico del puerto de Nueva York. Pilotado por el sargento Enza Lee, intentó hundir el navío británico HMS Eagle; cosa que no logró, ya que el medio que utilizaba para fijar una bomba al casco era una barrena manual y el barco tenía un revestimiento de cobre que los británicos usaban en la época para evitar la broma, un molusco xilófago parecido a un gusano que arruinaba los navíos de madera. Tras su intento, abandonó a la deriva el explosivo y este explotó cerca de su objetivo. Los británicos, al cerciorarse de las traidoras intenciones de los independentistas, se retiraron del puerto. Por lo cual, a pesar del fracaso de la misión, consiguió su propósito.
“La Tortuga” participó en distintos intentos posteriores de hundir algún barco; sin éxito en ningún caso. El submarino se perdió definitivamente cuando era transportado por un balandro que resultó atacado y hundido por fragatas británicas.
Robert Fulton fue un norteamericano que desarrolló sus primeros veinte años profesionales como ingeniero en Europa, primero en Gran Bretaña donde trabajó en la mejora de los canales navegables: esclusas, aparatos de elevación del nivel del agua, etc. En este país diseñó y construyó sus primeros prototipos de barcos de vapor para navegar por los canales; ahora bien, el miedo a que los remos, impulsados por la fuerza del vapor, dañaran las paredes de los canales impidió que su prototipo prosperara y fue relegado por uno de diferente fabricante.
Fulton se trasladó a Francia en la época de su Primera República, a Ruan, capital de Normandía, donde desarrolló y probó entre 1793 y 1799 un sumergible basado en los modelos de Cornelius Drebbel (ver primer artículo de esta serie). El Nautilus, que así se llamaba el navío, funcionaba por remos accionados a mano y poseía una vela que se desplegaba para navegar en superficie. Fue el primero construido en metal (ya que tenía una estructura de hierro recubierta de planchas de cobre), en contar con claraboya de cristal y con planos estabilizadores laterales.
En julio de 1800 Fulton probó su invento en el puerto de El Havre ante una comisión de expertos. La demostración fue un éxito; pero, al enterarse de que se habían filtrado datos del navío, decidió destruirlo. Esto hizo sospechar a Napoleón Bonaparte de que se trataba de una estafa, por lo que se negó a financiarlo.
Volvió entonces a Inglaterra y, como aún existía el riesgo de que los franceses construyeran un arma como esa, los británicos le hicieron un pago para construir un nuevo Nautilus. Una vez que la flota franco-española fue destruida en Trafalgar, el Almirantazgo Británico decidió que no le interesaba que se desarrollara un arma que amenazaba la tecnología del Navío de Línea, que conocían y les permitía dominar el mundo, y paralizaron el desarrollo del submarino. Según Agustín Rodríguez González, Gran Bretaña dejó escapar, en favor de Alemania, la oportunidad de imponerse en la nueva tecnología.
Fulton regresó desilusionado a EE.UU. dedicando sus esfuerzos a la construcción de barcos de vapor, siendo esta su contribución principal al desarrollo de la tecnología mundial.
El francés Brutus Amédée Villeroi construye y prueba en 1832 un pequeño y primitivo submarino propulsado por tres pares de remos y un gran timón, contaba con varias escotillas, y un lastre que descendía y terminaba en un ancla. El nombre de este artefacto era Nautilus, en claro homenaje a Fulton. Intentó venderlo sin éxito a las Marinas de Francia y los Países Bajos.
Se dice que Villeroi fue profesor de dibujo y matemáticas en un colegio de Nantes en el que estudiaba un joven llamado Julio Verne; ahora bien, aunque ambos vivían en esa ciudad, no hay pruebas de que se conocieran. Más tarde, Villeroi emigrará a EE.UU. y construirá el primer submarino de la USS Navy; pero nos ocuparemos de esa historia más adelante.
No es coincidencia que Nautilus sea el nombre que dio Julio Verne al submarino del Capitán Nemo en su novela Veinte mil leguas de viaje submarino cuya primera parte se publicó en francés en 1869 y la segunda en 1870. Sorprendentemente la primera edición completa de esta novela fue la traducción española de Vicente Guimerá, el mismo año de 1869.


Submariono Brandtaucher (1850), de Willhem Brauer. Fuente: Wikimedia Commons
Cincuenta años después, el ingeniero militar bávaro Wilhem Bauer, diseña un submarino para romper los diversos bloqueos que la marina danesa impone a la costa alemana en la Primera Guerra de Schleswig en la que se enfrentaron prusianos y daneses (1848-1852). Al cabo de unos meses de lucha, los alemanes se retiraron de la zona en disputa y Wilhem decidió incorporarse al ejército de Schleswig-Holstein para ofrecer su diseño. La financiación fue cubierta por varios inversores, entre los que estaba el industrial Werner von Siemens, siendo así posible la construcción en 1850 del Brandtaucher (que podemos traducir como el Buzo Incendiario).
Se trataba de un sumergible metálico propulsado por dos marineros que giraban con manos y pies grandes ruedas. El sumergible no fue construido siguiendo fielmente el diseño de su autor y la versión resultante era inestable y peligrosa. En su demostración se hundió en el puerto de Kiel y la tripulación esperó pacientemente seis horas hasta que se inundó para que se igualara la presión interior y exterior, y poder volver a la superficie.
Después del fracaso, construyó para Rusia en San Petersburgo un segundo submarino, el Seeteufel(Diablo Marino, que juega con el nombre en alemán del feo rape). Mucho mayor que el anterior y con una cámara de buceo por la que los buzos podían salir y entrar. Este nuevo ingenio fue un éxito con el que llegó a realizar 133 inmersiones.
Ya en 1857, el riojano Cosme García Sáenz construyó y patentó un submarino, si bien esta historia merece un artículo aparte.

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