Las Marinas modernas del mundo fortalecen su sistema subacuático para defensa y protección de sus territorios. Nuestro país, lamentablemente se quedó en el tiempo y tardará mucho tiempo en recuperarse.
Mar del Plata, era el otoño de 1982, turistas buscando cocinas en el puerto y café con tortas en el Torreón del Monje o excursiones a la Sierra de los Padres tratando de llegar a la “Gruta de los Pañuelos”, para venerar a la virgen agradeciendo promesas cumplidas.
Nadie imaginaba que lejos de allí, en las profundidades del mar austral tendría lugar un capítulo de la guerra submarina con Gran Bretaña. Los argentinos, estuvimos cerca de comprometer el desarrollo de la operación inglesa en el Atlántico Sur. Pero la precariedad instrumental nos jugó en contra.
La Base de Submarinos está en “Cabo Corrientes”, donde el 30 de octubre de 1826 el almirante Guillermo Brown reunió a su escuadra y navegó junto a Tomás Espora y Leonardo Rosales, hacia el Río Uruguay y frente a la Isla del Juncal el 8 de febrero de 1827 venció a los brasileños.
Nuestra Fuerza de Submarinos” (COFUERSUB) a fines de la década del setenta estaba integrada por cuatro unidades, dos de origen norteamericano, el “Santa Fe”, clase Guppy II y el “Santiago del Estero”, clase Guppy I y dos más de origen alemán, el “Salta” y el “San Luis”.
Con la llegada de los Guppy en 1971, nuestro país dio un paso fundamental en el fortalecimiento de su fuerza. Por primera vez se contó con submarinos y no sumergibles, se incorporó el snorkel, que es básicamente un tubo que permite tomar aire de la superficie para así poder conectar los motores diesel bajo el agua y recargar las baterías sin salir a la vulnerabilidad de la superficie.
Estos buques fueron el paso intermedio entre el submarino diesel eléctrico convencional y el nuclear. Este sistema lejos de ser “chatarra” como muchos lo quisieron calificar estaba en servicio en la mayoría de las armadas del mundo, empezando por los EE.UU y siguiendo por los países de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y tenían capacidad para el trasporte de tropas, tubos lanzatorpedos en proa y popa, torpedos convencionales de corrida recta y buscadores, un sistema muy ingenioso llamado “Prairie Masker” que enmascaraba el ruido del buque fundamentalmente cuando se utilizaba propulsión diesel y carga de baterías al mismo tiempo y sobre todo una cadena logística de repuestos muy sencilla con motores General Motors de 12 cilindros en línea.
Si bien se montaron sobre cascos de submarinos de la clase “Balao”, se les introdujo toda la tecnología que le habían copiado a los U alemanes, eran unos verdaderos fierros irrompibles confiables y seguros.
Los ataques por sorpresa, por ejemplo del submarino “Conqueror” al Crucero “Belgrano” se hacen siempre a plano de periscopio, buscando confirmación del blanco y con frecuencia la maniobra de recuperación del peso perdido no es lo suficientemente rápida y ocasiona el afloramiento de la proa del sumergible, con el consiguiente peligro de ser visto por los destructores de escolta. La respuesta antisubmarina quedaría en principio a cargo de los sumergibles “San Luis” y “Salta”, incorporados ocho años antes del enfrentamiento con el Reino Unido.
El “Salta”, estaba en reparaciones y salio de las mismas con problemas, que para nada fueron mayores que los del “Santa Fe” y el “San Luis”. Su comandante adujo que se había comprobado una inusual generación de ruido, circunstancia que lo hacía fácilmente detectable a los sonares enemigos. La Armada aceptó la especie y lamentablemente lo desafecto del operativo. Con su actuación, otro habría sido el resultado de la batalla subacuática.
De esta manera, sólo quedaron a flote el “San Luis”, y el veterano, “Santa Fe”, para enfrentarse con la poderosa flota británica. El “San Luis”, construido en 1969 en el Astillero Howaldtswerke – Deutsche Werft de Alemania, y se incorporó a la Fuerza en 1974, y por su actuación en la Guerra de Malvinas, fue distinguido con la medalla al “Valor en Combate”, ya que logró burlar el bloqueo de la flota británica.
El “Santa Fe”, de origen americano, sirvió en la Armada Argentina entre 1971 y 1982. Pertenecía a la Clase Balao y había estado en la marina estadounidenense entre 1945 y 1971.
No es cierto que el “Santa Fe”, estaba por ser radiado del servicio activo y su misión de “transportar de tropas”, la cumplió con creces. Si bien el desempeño del “San Luis” fue más lucido, la tarea del “Santa Fe” fue más épica y desigual en comparación con los medios que enfrento del enemigo, al punto que capturado por fuerzas británicas en las costas de las Islas Georgias del Sur.
Luego de la Guerra, a principios de 1985, cuando era remolcado hacia el Reino Unido como “trofeo de guerra”, resultó hundido en medio de un violento temporal. El “Santa Fe” estuvo en combate desde el primer día de la guerra, condujo Comandos Anfibios y Buzos tácticos para el Operativo “Virgen del Rosario”.
Después, la nave regresó a Mar del Plata y retornó con más tropa a las Georgias del Sur. Allí es atacado con bombas de profundidad y misiles lanzados desde un helicóptero enemigo, había fragatas y un submarino nuclear esperándolo. Todos contra el viejo “Santa Fe”. Con el buque escorado, inundado y con varios heridos abordo, se desembarca toda la dotación y se procede a inutilizar el buque destruir las claves e impedir que nada cayera en manos inglesas.
Días después siendo prisionero de guerra muere asesinado el suboficial Félix Artuso. En la vela se encontraban de guardia Feldman y Muraciole, estos tripulantes junto con Ghiglione, Mareco, Macias, Silva y Bustamante se armaron voluntariamente con los fusiles FAL de dotación y comenzaron a repeler el ataque. Esta acción les negó a los helicópteros la vertical del buque y sólo les permitió disparar con sus armas livianas de abordo.
De pronto, una de las naves enemigas lanzó un misil, que debe haber sido un AS-ll o un AS- 12 que impactó y atravezó la vela. El cabo Segundo Alberto Macias, perdió una pierna y es parte de los héroes olvidados como el capitán de fragata Horacio Biscaín, un caballero y su segundo jefe lamentablemente, fallecido de un infarto, el capitán de corbeta Horacio Michelllis.
Un dato interesante: En 1978, la empresa “Varta Argentina”, de la ciudad de Merlo, provincia de Buenos Aires, con el asesoramiento naval reprodujo una batería del glorioso “Santa Fe” y se llevó a cabo su reposición en los diques de Puerto Belgrano. Se seccionó y se soldó el casco con mayor calidad y resistencia que el que poseían los submarinos americanos y sin aplicar restricciones al plano de profundidad. Conclusión no solo se reparó el “Santa Fe”, sino que se obtuvo una licitación internacional y se reparó al submarino Venezolano “Picua”. Esta situación no fue para nada digerida por los norteamericanos, que empezaron a presionar a nuestro país por todos lados.
El “Santa Fe” zarpó el 27 de marzo de 1982 y trasladaba a trece buzos tácticos. Cumplió con su misión de desembarco en Malvinas y fue de los primeros en llegar. Los Comandos debían capturar el Faro “San Felipe” en cabo Pembroke, en Malvinas y demarcar la playa para el desembarco de los vehículos anfibios.
La Fuerza de Submarinos tenía la tarea de destruir a los buques enemigos. Técnicamente estas naves, cuentan con tanques de inmersión, a ambos lados del casco que una vez inundados le dan el peso necesario para poder subir y bajar o navegar entre dos aguas.
El 12 de abril, el “San Luis” navegaba hacia el norte de las islas, pero fuera de la Zona de Exclusión y el “Santa Fe” se alistaba para una patrulla de sesenta días.
Su sistema de tiro no era computarizado pero si efectivo. Al ser hundido tenía abordo 10 torpedos Mk 14 y 3 Mk 37 de proximidad. Su distancia de lanzamiento no estaba condicionada a 2000 yardas. En ese momento llevaba a bordo once infantes de refuerzo, provisiones, armas y municiones. Además, transportaba a veinte soldados para reforzar la guarnición en Georgias del Sur.
Los portaaviones “Hermes” e “Invencible”, entraron en alerta, debido al avistamiento de periscopios. Cundió el nerviosismo y el “Santa Fe”, debía atacar la línea de reabastecimiento británica entre Ascensión y Malvinas, pero los helicópteros de la fragata “HMS Antrim” le dispararon un torpedo, cargas de profundidad, misiles y tiros de ametralladoras. Su tripulación respondió con fuego de fusilería. Un misil le atravesó el vertical de forma horizontal.
Ya sin posibilidades de acción, los tripulantes del submarino abrieron disimuladamente válvulas y escotillas de la nave, provocando su hundimiento. El “Santa Fe”, manteniendo su gloria, quedó inutilizable.
Los hechos impactaron en las autoridades de la Armada. El “Santiago del Estero”, una virtual chatarra, fue secretamente sacado a remolque de la Base de Mar del Plata y trasladado hacia Puerto Belgrano. La maniobra buscaba confundir a la Inteligencia británica, que lo creería en operaciones. Y, efectivamente, aunque el viejo submarino no podía moverse, los británicos creyeron que estaba operando en patrulla en alta mar, lo cual los obligó a mantener constante vigilancia y desvío de recursos.
La Guerra Antisubmarina es fundamentalmente una contramedida, una reacción planeada y deliberada. La ventaja más importante del submarino sobre el buque de superficie en su capacidad para eludir la detección. Esta capacidad por si sola es tan importante, especialmente en la era de los radares, aviones patrulleros y satélites, muchos expertos piensan que el submarino es un arma dominante en cualquier conflicto.
Pero la pérdida del “Santa Fe” dejó una sola una unidad operativa: el “San Luis”, que el 29 de abril recibió la noticia de que se habían modificado las reglas de enfrentamiento. Quedaba autorizado a disparar libremente sus torpedos en las zonas de patrulla al norte de las Islas.
Realizó una campaña de 40 días, llevó a cabo tres ataques al enemigo, no obstante haber operado con solo tres de sus cuatro motores diesel y haber tenido la computadora del sistema de armas fuera de servicio. Su capacidad de lanzamiento de torpedos era limitada a las condiciones de emergencia. El 1 de mayo lanzó un proyectil SST- 4 sobre un blanco a distancia, clasificado como un destructor o una fragata y sin poder apreciar su efecto. A continuación fue hostigado casi un día entero por buques y helicópteros, por lo que debió asentarse en el lecho del mar para evitar sufrir consecuencias.
El ocho de mayo efectuó un nuevo ataque sobre un blanco apreciado como submarino, con fuerte explosión en el azimut del lanzamiento, sin poder dilucidar los efectos. Finalmente el 10 de mayo efectúa un tercer ataque con dos SST-4 sobre un blanco, también clasificado como destructor o fragata, pero sin sufrir un posterior contraataque. El 11 de mayo recibió la orden de regreso a su base de operaciones, que cumplió sin novedad. El 19 de mayo ingresó a la Base Naval de Puerto Belgrano, luego de 39 días de patrulla y 864 horas de inmersión.
Veinticinco años después de la guerra, Sir Tim McClement, desveló la “contribución vital” que hicieron esos submarinos en la victoria contra Argentina.
Esa misión de los submarinos nunca fue descubierta por Argentina, reveló el alto oficial naval británico, Sir Tim McClement, segundo en el mando del “HMS Conqueror”, el mismo que hundió al crucero General Belgrano. Reconocen intento de incursionar en territorio nacional para destruir la base de aviones de Río Grande. McClement escribió un artículo con esa información para una publicación especial de la Marina Real, titulada “Royal Navy, A Global Force.
El militar afirma que los cinco submarinos nucleares estaban alineados, sumergidos, a orillas del límite territorial de 12 millas de Argentina, para dar la alerta de ataques aéreos lanzados contra las fuerzas británicas.
Los submarinos podían captar los lanzamientos de Skyhawks y otros aparatos aéreos de la base principal en Río Grande, señalando el tipo de aviones y su número y dando así la alerta 45 minutos antes de un ataque, indicó.
La amenaza de los bombarderos argentinos Skyhawk, armados con bombas de 1.500 libras y 2.000 libras, y sus Super Etendarts, con misiles Exocet, planteaban el mayor peligro para la marina británica, principalmente porque la Royal Navy carecía de sistemas apropiados de advertencia temprana.
Los dos buques portaviones de la Royal Navy, el “HMS Invincible” y el “HMS Hermes”, estaban al este de las islas y fuera de alcance de los bombarderos argentinos, había buques de guerra que estaban más cerca de Argentina y que eran altamente vulnerables, señaló.
Las tropas británicas que aterrizaban en las islas eran vulnerables a los ataques de los bombarderos, notó el militar.
La presencia de los cinco submarinos nucleares, “HMS Conqueror”, “HMS Splendid”, “HMS Spartan”, “HMS Courageous” y “HMS Valiant” y uno convencional, el “HMS Onyx”, fue la solución, tras el fracaso de un plan para atacar una de las principales bases aéreas de Argentina y destruir los Skyhawks.
Después de que abortó ese plan secreto, un grupo de soldados británicos tuvo que refugiarse en Chile. McClement, señaló que al comienzo del conflicto, una mayoría de esos submarinos estaban comprometidos en otras misiones.
El “HMS Conqueror” estaba siguiendo al crucero argentino “General Belgrano”, contra el que disparó ocho torpedos, el 2 de mayo, hundiendo al barco y causando la muerte de 323 hombres.
Los “HMS Splendid” y “HMS Spartan” estaban buscando al portaviones “25 de Mayo”, que se sospechaba se preparaba para atacar las fuerzas británicas, y el “HMS Onyx” desarrollaba operaciones ultra secretas de las fuerzas especiales, precisó.
Sin embargo, los cinco submarinos nucleares tomaron posición en el límite de 12 millas de Argentina para dar la alerta, lo que permitió la destrucción de varios bombarderos argentinos y obligó a otros a regresar a sus bases, lo que fue clave para la derrota de las fuerzas argentinas, concluyó el vicealmirante.
Nadie duda de Gran Bretaña y Estados Unidos para encarar acciones militares. En la Guerra de Malvinas Margaret Thatcher estuvo dispuesta a usar armas nucleares contra el territorio argentino, según reveló en un libro sobre el ex presidente francés Francois Mitterrand.
La intención de Thatcher de usar cargas nucleares para definir la guerra, fue abortada por la decisión de Mitterrand de colaborar con la “Dama de Hierro” y proporcionarle información sobre las armas que Francia le había vendido a Argentina. Es decir, se estuvo muy cerca de la locura.
Con el arma Submarina, cualquier país en serio, crea situaciones muy favorables, para que la fuerza de superficie o los componentes aéreos puedan realizar misiones con mayor éxito. “Los oídos debajo del mar”, alcanzan a detectar 60 – 70 u 80 veces más lejos de lo que pueden hacer los ojos del vigía de un buque y aún las ondas del radar, desarrollando así una labor importante de disuasión.
Material de consulta y fuentes: Archivos personales. Relatos del Capitán de Corbeta, Horacio Bicain, comandante del submarino “Santa Fe” en 1982.
Poder Naval. Revisión de un artículo del colega Alberto Amato, diario ”Clarín”. Nota periodística al actual Almirante Alejandro Maegli, durante el conflicto oficial subalterno del “San Luis”. Grupo de Investigaciones de Defensa. Publicación: “Submarinos de la Armada Argentina (1933-2000)” – Ricardo Burzaco – Eugenio B Ediciones. Libro: “Submarinos Argentinos” por Martín Ignacio Otero. Comunidad Submarinística Latinoamericana. Artículo Submarinos y Recursos. Submarinos nucleares en primera línea de la defensa británica en Malvinas. AFP, Londres, Reino Unido. Asesoramiento, Capitán de Fragata (RE) Osvaldo Goñi.
Jorge Palacios para Palihue Digital (palacios@delabu.com.ar)
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