cuando estalló la guerra de secesión Lincoln desplegó a su flota para bloquear las costas de los estados confederados rebeldes. Con esta estrategia el gobierno de Washington pretendía ahogar económicamente al Sur, que por su carácter agrícola dependía de la exportación de su famoso algodón y tabaco para conseguir armas y suministros con los que defender su independencia.
La falta de astilleros y fábricas impedía a los confederados competir en número con la flota federal, por lo que se buscaron soluciones tecnológicas como alternativa. Así nació en 1862 el primer acorazado de la historia, el CSS Virginia, nave que aunque demostró ser invulnerable a los cañonazos fue neutralizada cuando los yanquis desarrollaron su propio acorazado, el USS Monitor, y ambas se enfrentaron sin resultado en la batalla de Hampton Roads.
Era necesario pues inventar una nueva arma para atravesar las líneas nordistas y entre los proyectos propuestos pronto empezó a coger fuerza el de un barco submarino que atacara con explosivos a las naves del enemigo. De hecho los primeros diseños de este tipo de nave databan ya del principio de la guerra, pues en 1861 tanto yanquis como confederados habían construido sin éxito los primeros submarinos militares.
Uno de los submarinos más prometedores de la Confederación era el American Diver de James McClintock, un torpedero accionado a manivela que aunque no se sumergía del todo presentaba un perfil tan bajo en la superficie que era casi inmune al fuego de los cañones.
Basándose en este modelo uno de los colaboradores de McClintock, el abogado Horace Lawson Hunley, empezó a construir su propio submarino en la ciudad de Mobile. Para conseguir que su nave se hundiera bajo las olas Hunley incorporó al diseño dos tanques herméticos, que se podían llenar de agua para incrementar el peso o vaciar mediante bombas de achique para ganar flotabilidad. El añadido de una serie de lastres atornillados al casco permitía emerger rápidamente, pues la tripulación solo debía soltar las tuercas para salir flotando a la superficie.
Se consideraron diversos sistemas de propulsión como el vapor o una batería eléctrica, pero ambos fueron desechados, al ser el vapor demasiado evidente al enemigo por la columna de humo de la caldera y la electricidad poco potente. Finalmente Hunley se decidió por la fuerza humana como motor de la nave: una hélice accionada por una manivela movida por siete hombres que podía impulsar al submarino adelante o atrás.
Desde la proa un octavo tripulante controlaba la dirección mediante una rueda de timón, mientras que el ascenso y el descenso se regulaban con dos timones laterales, los cuales podían inclinar el submarino hacia arriba o abajo. Este comandante podía ver al objetivo a través de una pequeña escotilla equipada con ojos de buey que sobresalía del caso por la parte superior, y que era los únicos ojos del submarino en combate.
Para el armamento se optó por un torpedo de contacto, una carga explosiva de 61 kilos de pólvora metida en un cilindro hermético que se fijaba a la nave mediante una larga pértiga que apuntaba hacia abajo. La explosión se haría por contacto, con una espoleta que haría estallar el torpedo cuando este chocara con el casco del buque enemigo. La detonación a distancia mediante una cuerda que se tensaba al hacer marcha atrás o una corriente eléctrica fue descartada por su escasa fiabilidad, con trágicos resultados como veremos más adelante.
UNA ARMA IMPREDECIBLE
Llamado Hunley en honor de su diseñador el submarino se empezó a construir a principios de 1863 en la ciudad de Mobile con capital privado. La nave tendría 12 metros de eslora y 1,17 de manga, adoptando una perfil ovalado que facilitaría su navegación. Con solo 1.30 metros de alto su interior era un ambiente claustrofóbico que solo podía permanecer un tiempo limitado bajo el agua, al no contar con un sistema para renovar el aire una vez sumergido.
Terminado en julio de ese mismo año el submarino demostró su valía cuando destruyó una barcaza de carbón en desuso ante la atónita mirada de miles de espectadores. Tras este éxito el Hunley fue embarcado en tren y transportado hasta Charleston, el mayor puerto que le quedaba al Sur.
Allí la nave fue requisada por el ejército confederado y puesta bajo el mando del teniente John A. Payne con una nueva tripulación de marineros sudistas. Éste demostraría su incompetencia al cabo de poco durante una prueba en el puerto de Charleston: poco familiarizado con los sistemas de control Payne se apoyó sin querer en el timón de descenso, sumergiendo la nave cuando una de sus dos escotillas se encontraba abierta. De inmediato el Hunley se llenó de agua, y pese a que el teniente y otro tripulante lograron salir a la superficie, el resto se ahogaron.
La nave fue reflotada por la marina con cuerdas y buzos y se empezó a reunir una nueva tripulación con el propio Horace a los mandos, pero tras hundir otro barco en un ejercicio el submarino naufragó de nuevo llevándose con él esta vez a todos sus marineros.
MISIÓN SUICIDA
Pese a estas desalentadoras experiencias el Hunley fue recuperado del fondo y se volvió a reunir una tripulación, para una incursión planificada para febrero de 1864 liderada por el teniente George E. Dixon. El hecho de que todos sus integrantes fueran voluntarios es una buena muestra de la desesperada situación del Sur, ahogado cada vez más por el bloqueo y las derrotas.
Como objetivo de su bautizmo de fuego se eligió al USS Housatonic, una corbeta acorazada anclada en la estrecha salida al mar vigilada día y noche por la flota nordista. Tras pasar semanas familiarizándose con la nave y probando su flotabilidad en las calmas aguas del puerto de Charleston, esta tripulación de valientes partió la noche del 17 de febrero de 1864.
Al acercarse al Housatonic el Hunley llenó sus tanques con agua sumergiéndose bajo las olas. Impulsado por la fuerza de siete hombre su avance era tan silencioso que los yanquis no se dieron cuenta de su presencia hasta que el submarino se encontraba a pocos metros de su presa, movidos por el pánico algunos marineros dispararon sus rifles, pero ya era demasiado tarde.
Avanzando implacable bajo el agua la nave confederada dirigió su torpedo hacia el casco del Housatonic, y con una tremenda explosiónabrió una letal vía de agua que causó el hundimiento de la corbetaen apenas cinco minutos. Aunque la misión había sido un éxito el Hunley jamás volvería a casa, fuera por el fuego enemigo o por algún accidente desconocido el submarino desapareció bajo el mar y la Confederación no volvió a repetir el experimento.
DESCUBRIMIENTO Y RESTAURACIÓN
Durante los 130 años siguientes el destino del submarino siguió siendo un misterio. Algunos historiadores afirmaron que había sido destruido por los federales, aduciendo que uno de los disparos había roto el ojo de buey; por su parte ciertos oficiales confederados afirmaron tras la guerra haber visto como el Hunley lanzaba cohetes de señales, indicando que todo iba bien antes de desaparecer cerca de Charleston.
No fue hasta abril de 1995 que el submarino fue redescubierto por el submarinista Ralph Wilbanks tras años de búsqueda en el puerto. Al contrario de lo que se pensaba el pecio fue encontrado cerca del Housatonic en la entrada del puerto, lo que indicaba que se había hundido a causa de la explosión del torpedo como sucedió durante la prueba que acabó con la vida de su arquitecto.
Cinco años de prospecciones arqueológicas siguieron a este descubrimiento, en los cuales se eliminó la capa de arena que cubría el submarino antes de sacarlo del agua el 8 de agosto del año 2000. Para ello los arqueólogos situaron una serie de correas bajo el casco, mediante las cuales lo izaron con grúa desde una gabarra.
Cubierto de óxido y sal el Hunley era extremadamente sensible al aire, y para impedir que se convirtiera en una pila de polvo a causa de su acción corrosiva los especialistas lo metieron dentro de un tanque de hidróxido de sodio, un compuesto que eliminaría poco a poco la sal del casco hasta asegurar la conservación del hierro fuera del agua.
La exploración del interior del casco confirmó que el submarino se había hundido a causa de la explosión del torpedo. Los esqueletos de todos sus tripulantes fueron encontrados sentados en sus puestos, por lo que habían muerto a causa de la onda expansiva, la cual abrió al mismo tiempo numerosas brechas en el casco que llevaron su inundación e hundimiento.
Hoy en día el Hunley puede visitarse en el Centro de Conservación Warren Lasch de Charleston, donde se conservan asimismo los artefactos recuperados durante la excavación y restauración del submarino, incluyendo una moneda de oro que detuvo una bala yanqui en la batalla de Shiloh.
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