El episodio sin precedentes del enfrentamiento submarino durante el conflicto mundial: El U-864 alemán contra el HMS Venturer británico.
En el teatro de operaciones submarinas de la Segunda Guerra Mundial se registró un único caso de enfrentamiento directo entre submarinos bajo el manto oceánico. Este suceso involucró al submarino alemán U-864 y al británico HMS Venturer.
El U-864, encargado de una misión clandestina para proporcionar a Japón recursos tecnológicos avanzados, se vio obligado a regresar a Noruega debido a averías mecánicas, dirigiéndose inadvertidamente hacia el Venturer.
Bajo la hábil dirección del teniente James S. Launders, el Venturer empleó técnicas sofisticadas y detección hidrofónica para lanzar un ataque con torpedos que resultó en la aniquilación del U-864 sin salir a la superficie.
Este duelo submarino pone de relieve la naturaleza intrincada y arriesgada del combate submarino. Los restos del U-864, ahora fuente de mercurio tóxico, fueron confinados por Noruega en 2017 para evitar daños medioambientales.
“La caza del Octubre Rojo” dramatizó el escenario de máxima tensión que representa el combate submarino a profundidades abisales, donde las tripulaciones dependen de hidrófonos para detectar las firmas acústicas de sus oponentes en la oscuridad del océano.
Evolución y retos de la guerra submarina histórica
Aunque la interceptación de submarinos enemigos constituye una de las principales funciones de los submarinos de ataque modernos, el registro histórico solo muestra un caso de combate submarino directo, en circunstancias excepcionales.
Esto no implica que los submarinos no hayan sido capaces de hundir a otros; de hecho, el primer hundimiento de un submarino se registró en la Primera Guerra Mundial, cuando el U-27 alemán derribó al E3 británico. Durante las dos guerras mundiales se registraron numerosos hundimientos de este tipo, aunque, salvo una excepción, todas las víctimas se encontraban en la superficie en el momento del ataque.
La razón subyacente radica en la necesidad de los submarinos de la época de operar principalmente en la superficie para funcionar con sus motores diésel. Sumergidos, solo podían desplazarse durante un tiempo limitado utilizando la energía almacenada en las baterías, a una fracción de su velocidad en superficie. Por tanto, la guerra submarina se limitaba a emboscadas contra buques enemigos y maniobras evasivas.
Antes de la era de los sensores avanzados y los torpedos guiados, la detección de un submarino enemigo por otro representaba un reto técnico considerable. Durante la Segunda Guerra Mundial aumentó el uso de hidrófonos y sonares activos, pero estos últimos solo proporcionaban datos en un plano bidimensional, sin capacidad para determinar la profundidad.
Los torpedos, diseñados para impactar cerca de la superficie y dañar el casco de los buques, podían ajustarse hasta cierto punto, pero no era habitual modificar su profundidad. La limitada información de puntería disponible complicaba enormemente el cálculo de la posición y el rumbo del adversario.
Operación César: La misión final del U-864 en Extremo Oriente
El 5 de febrero de 1945, bajo el velo del secreto, el submarino alemán U-864 zarpó de Bergen, Noruega, embarcando en la codificada Operación César. Esta misión transportaba carga crucial para el esfuerzo bélico japonés, incluyendo planos y piezas esenciales para los turborreactores Jumo 004 para el avance del desarrollo aéreo japonés, junto con dos ingenieros de Messerschmitt. Además, el submarino transportaba sistemas de guía para misiles V-2 y expertos japoneses, así como más de sesenta y siete toneladas de mercurio líquido, vital para la producción de detonadores explosivos, embaladas en 1.857 contenedores de acero.
La misión del capitán Ralf-Reimar Wolfram consistía en pilotar el submarino de largo alcance, bordeando las aguas noruegas, y luego dirigirse al Ártico, evitando el territorio soviético, para entregar estos materiales críticos. Aunque Alemania se tambaleaba al borde de la capitulación, seguía habiendo esperanzas de que esta transferencia de tecnología mantuviera a Japón en el conflicto, distrayendo los recursos de los Aliados.
El U-864 era un submarino de la clase IXD2, notablemente más largo, con 87,5 metros de eslora que sus homólogos del Tipo VII, diseñado para misiones transoceánicas de largo alcance. Este modelo en particular había sido adaptado para incluir un compartimento de carga ampliado. Antes de zarpar, el submarino fue equipado con un innovador esnórquel que le permitía aspirar aire fresco mientras estaba sumergido a poca profundidad.
La trágica odisea del U-864: Comprometido desde el principio
A pesar de las ventajas técnicas, el viaje de Wolfram estaba condenado desde el principio. El U-864 partió de Kiel el 5 de diciembre de 1944, pero encalló en el canal de Kiel, por lo que tuvo que ser reparado en Bergen (Noruega). Allí, el submarino sufrió daños adicionales por las bombas Tall Boy de 12.000 libras lanzadas por aviones Lancaster británicos el 12 de enero de 1945.
Wolfram desconocía que el Reino Unido había logrado descifrar el código Enigma, utilizado por los submarinos alemanes para comunicarse de forma segura. En febrero, la inteligencia británica estaba al corriente de la Operación César y preparó un plan de interceptación.
El HMS Venturer, pionero de la nueva clase V de submarinos, fue asignado por el Mando de Submarinos de la Royal Navy para interceptar y neutralizar al U-864 cerca de la isla de Fedje, Noruega. Aunque el Venturer era más pequeño y llevaba menos torpedos que su objetivo alemán, su velocidad submarina superior le dio una ventaja táctica decisiva.
A su llegada el 6 de febrero, su joven capitán, el teniente James S. Launders, ya veterano en el hundimiento de buques del Eje, optó por utilizar hidrófonos en lugar del sonar activo ASDIC para evitar alertar al enemigo. Sin embargo, Launders ignoraba que el U-864 ya había eludido su cerco, iniciando una caza que pasaría a la historia por su singularidad y desenlace.
El destino sellado por la adversidad: La desgracia del U-864
Las crónicas de conflictos relatan con frecuencia cómo el azar y la suerte influyen en el destino de sus protagonistas, salvándolos de finales trágicos o, en el caso del capitán Wolfram y el U-864, dirigiéndolos hacia ellos.
En un giro del destino, el U-864 logró inicialmente eludir al HMS Venturer, pero un fallo mecánico en su motor diesel comprometió su sigilo y estabilidad, obligando a Wolfram a regresar a Bergen. Esta decisión, dictada por la cautela, condujo al submarino directamente hacia la amenaza que pretendía evitar.
El 9 de febrero, la tripulación del Venturer detectó un sonido submarino, inicialmente confundido con el de un barco pesquero, que resultó ser el snorkel del U-864. Al aproximarse, Launders ordenó seguir al U-864 en modo sigilo, esperando una oportunidad para atacar. A pesar de su snorkel, que permitía al U-864 operar sumergido durante largos periodos, inició maniobras evasivas al detectar al perseguidor.
Después de tres horas de acecho, con las reservas de batería del Venturer agotándose, Launders optó por un ataque submarino, ideando una estrategia que anticipaba las maniobras defensivas del U-864. A las 12:12, desplegó cuatro torpedos en secuencia, buscando cubrir las posibles rutas de escape del U-864.
El U-864 esquivó los tres primeros torpedos, pero el cuarto, colocado a menor profundidad, le alcanzó, desencadenando un cataclismo audible a través de los hidrófonos del Venturer. El U-864 se desintegró, descendiendo a las profundidades con su tripulación y su misión.
Décadas después, en 2003, los restos del U-864 fueron descubiertos cerca de Fedje por la Marina noruega, revelando la lenta filtración de su venenoso cargamento de mercurio en el ecosistema marino. Tras años de deliberaciones, en 2017 el Gobierno noruego decidió encapsular los restos bajo arena y rocas, creando un monumento submarino a este episodio único de la guerra submarina, marcado por una cadena de desgracias y decisiones fatídicas.
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