En la historia hay mucha gente boluda y el caso de Andrew Jackson May es para un premio importante. Un congresista norteamericano con mucho poder y acceso, especialmente por ser presidente del Comité de Asuntos Militares desde 1939 a 1947.
Como se imaginarán, por su pluma pasaban todos los proyectos militares que requerían fondos del congreso durante la Segunda Guerra Mundial, así que tenía mucho acceso a detalles que no debía comentar... hasta que un día lo hizo.
May era un tipo que había entrado a la política de grande, más allá de sus 50 años, antes de eso había sido abogado y más tarde juez de circuito, no era necesariamente un "bocón" típico de político sino que tenía experiencia y estaba bien curtido.
Para 1943 la flota de submarinos de los EEUU había logrado transformarse en una fuerza eficaz luego de unos comienzos complicados e ineficientes donde los torpedos apenas funcionaban y sus tácticas eran inferiores, pero poco a poco se habían convertido en un arma mortífera contra los japoneses.
Del lado nipón no faltaban los problemas, uno de ellos era que no entendían del todo la doctrina norteamericana y tenían escaso conocimiento de cómo operaban los submarinos rivales. Por esta razón, al preparar las cargas de profundidad, lo hacían pensando en sus propios submarinos.
Cuando un sumergible norteamericano atacaba y se sumergía, los destructores imperiales japoneses lanzaban las cargas a una profundidad muy superficial. La que sus propios submarinos soportaban. Pero la tecnología americana era superior y podían ir más allá.
De esta forma nunca eran destruidos y siempre lograban escapar. La tasa de supervivencia hasta 1943 fue muy buena por esta razón. Esta ventaja les permitía atacar y escapar con vida.
Para Junio de 1943 el congresista May volvía del Teatro del Pacífico luego de una visita a las bases militares, en plena conferencia de prensa, por alguna estúpida razón, se le ocurrió comentar lo que había aprendido y mencionó abiertamente que los submarinos norteamericanos podían sumergirse más profundo que lo que los japoneses suponían.
No sólo fue tan estúpido como para decirlo, sabiendo que era secreto, sino que varios medios de la época lo replicaron en sus respectivos artículos. No hizo falta mucho tiempo para que los espías japoneses enviaran este dato ahora público a la tierra del Sol Naciente.
La marina de los EEUU calcula que gracias a la falta de seriedad de Andrew May se perdieron unos diez submarinos y unos 800 marinos, una de cada cinco bajas de la flota submarina de país por culpa del estúpido comentario.
Considerando su posición en la comisión era obvio que May, además de esto, tenía acceso a MUCHOS otros datos de los cuales ni debía abrir la boca, se desconoce por qué lo hizo en esta ocasión, pero para más bronca de los marinos, ni siquiera recibió una reprimenda ni perdió su trabajo.
El vicealmirante Charles A. Lockwood, comandante de la flota de sumbarinos de la Armada estadounidense en el Pacífico, dijo con suficiente sarcasmo:
"He oído al congresista May decir que las cargas de profundidad japonesas no están colocadas a suficiente profundidad. Le alegraría saber que ahora los japoneses las han profundizado más."
La Marina no acusó formalmente al congresista, pero tarde o temprano iba a caer aunque no por este evento. En julio de 1947 fue condenado por recibir sobornos para influír en la adjudicación de contratos de municiones durante la guerra.
Para colmo la empresa que lo sobornó fabricó una enorme cantidad de municiones de mortero con fusibles defectuosos que derivaron en la muerte de 38 soldados, si bien lo sentenciaron a 9 meses de prisión el presidente Truman lo indultó en 1952 y siguió operando en el Partido Demócrata hasta su muerte en 1958.
Si bien es recordado por este incidente en particular y la condena posterior, durante la guerra su trabajo fue memorable y no tan estúpido como este incidente, pero ¿Cómo te van a recordar en la historia? Y sí, con aquella estupidez momentánea...
No hay comentarios:
Publicar un comentario