La Inteligencia británica advirtió que Vladimir Putin podría haber minado las aguas alrededor de los puertos ucranianos como Odesa y Chornomorsk. Eso explicaría que la flota rusa, que se ha replegado en los últimos días a aguas más profundas, haya abandonado sus operaciones cerca de la costa.
Según los informes británicos la estrategia consistiría usar tres submarinos clase Kilo, cada uno capaz de transportar 24 minas y en varios viajes convertir las aguas en un campo de minas imposible de navegar.
Ucrania ha intensificado sus ataques contra las bases de la flota rusa en Crimea, anexionada por Moscú en 2014. Kiev ha reivindicado la destrucción de sistemas de defensa antiaéreos, un astillero y dos navíos. A fines de septiembre, atacó duramente la sede de la flota rusa en Sebastopol.
Tales reveses recuerdan la humillante destrucción del crucero Moskva, buque insignia ruso en el mar Negro, que los ucranianos hundieron en abril de 2022.
«Los rusos están muy preocupados con esos ataques ya que empiezan a trasladar sus barcos del mar Negro al mar de Azov. Esto es exactamente lo que quieren los ucranianos», señaló en septiembre Phillips O'Brien, profesor dé estudios estratégicos de la universidad St. Andrews, en Escocia.
«Muchos buques rusos han sufrido ataques en el mar o en puerto. De ahí la necesidad de mantenerlos lo más lejos posible de Ucrania», explica Pascal Ausseur, director general de la Fundación Mediterránea de Estudios Estratégicos (FMES).
Ante este contexto de retirada, no sería extraño que en una lógica de tierra arrasada, más bien mar arrasado, la Marina rusa deje detrás de sí una estela de minas que dificulte la navegación de buques ucranianos o el aprovechamiento civil de las aguas del mar Negro.
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