Como en una nave espacial. Así resume el comandante Ernesto Zarco la vida en el submarino 'Mistral' que la Armada jubila este verano tras 35 años sufriendo la presión del agua. Ochenta metros cuadrados de espacio habitable para 65 personas que no impiden que sus «astronautas» le hayan tomado cariño.
El 'Mistral' es uno de los tres submarinos que tiene la Armada españolaa falta de recibir los nuevos de la serie S80 y en junio acabará su ciclo de vida. Alargarla habría costado muchos millones en lo que se conoce como una gran carena (desmontarlo entero y volverlo a montar), por lo que la decisión está tomada.
Este sumergible de los años 70 ya no buceará más a partir del verano y, como explica Zarco, jefe de la flotilla de submarinos de Cartagena (Murcia) que estuvo a su mando más de un año, ya «ha cumplido con creces sus objetivos» con más de 3.000 días bajo el mar.
Si en la imaginación de Julio Verne el Nautilus recorrió 20.000 leguas (casi 100.000 kilómetros), el sumergible español con nombre de viento del noreste batió ese hito con creces, aunque sin llegar al otro lado del mundo como el capitán Nemo.
Zarco calcula que lleva a sus espaldas 245.000 millas (450.000 kilómetros) de maniobras, misiones internacionales (estuvo en la antigua Yugoslavia y en Libia) y otras operaciones, muchas de las que no puede ni hablar. «El submarino lo que suele hacer es obtención de inteligencia, comprobación de los movimientos del enemigo, tener el control sin que el enemigo lo sepa», explica.
Lo que sí puede contar es su olor -«mezcla de gasoil, humanidad, grasa y espacio confinado»-, su espacio -«se vive mejor en un piso patera»- y las «experiencias maravillosas», y no tanto, que vivió dentro del tubo de acero.
Como esa vez en que buceó maravillado en medio del Mediterráneo a cien metros de profundidad para reparar la puerta por donde se tira la basura o cuando, igual de sumergido, le comunicaron que ETA había asesinado a un colega submarinista, «uno de los momentos más duros».
Solo hay en el 'Mistral' y en los otros dos submarinos de su serie, la S70 (el Tramontana y el Galerna), dos retretes y una ducha, pero «muy poquitas veces», dice Zarco, tuvieron que hacer cola. «Nos sincronizamos perfectamente, mientras que en mi casa tengo que aporrear la puerta del baño».
El espacio mínimo en el «tubo de la risa» produce dentro ese olor que llevó a la recepcionista de un hotel a dejar en la calle a 50 submarinistas mientras les hacía el 'check in', relata Zarco. «Quédense fuera y que entre uno, por favor», les dijo a unos militares recién aterrizados después de un mes bajo el agua.
Ese confinamiento que tienen que soportar les moldea además un carácter especial parecido al de los cosmonautas, que viajan en una nave tecnológicamente igual de compleja e interiormente igual de pequeña. «Somos lobos solitarios», dice Zarco, pero rodeados de gente, sin conexión a internet y sometidos a una presión que hace crujir constantemente el casco del sumergible.
«Es un medio muy hostil», añade, con aventuras diarias que «forjan un espíritu difícil de crear de otra manera» entre sus pasajeros. Y engancha: «Cuando llegas a casa, tu familia te tiene que decir que te calles, que en la vida hay más cosas».
El Mistral hizo una media de 120 días de mar anuales en sus años activos y con su jubilación deja a la Armada un poco coja. Lo ideal, explica Zarco, es tener tres «armas submarinas», de manera que haya uno disponible, otro preparándose para la misión y otro desplegado.
El oxígeno está previsto que llegue en 2022, cuando Navantia entregue su primer submarino S80, el primero de diseño y fabricación española y que tendrá más espacio vital (incluso un catre por persona, cosa impensable en el 'Mistral').
«Estamos deseosos», resume el comandante, ya que con los nuevos (hay cuatro S80 previstos para entregar hasta 2027) las capacidades del aparato «aumentarán exponencialmente». Sobre todo «la discreción», la principal ventaja de esta naves. Serán mucho menos ruidosos y con mucha más autonomía, lo que dará a España, según Zarco, un «poder de disuasión» con el que «puedes evitar un conflicto sin disparar un solo tiro».
De hecho, el experto submarinista cree que ahora se está produciendo un «boom» de estos aparatos en el mundo. Actualmente, explica, hay unos 110 submarinos de guerra convencionales (que no se propulsan con energía atómica), pero en la próxima década está previsto que se construyan 100 más en todo el globo. «Todo el mundo ha comprendido», dice Zarco, la importancia estratégica de este «arma submarina», la misma que desata pasiones en un grupo de militares conocidos entre ellos como «los legionarios de la mar».
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