A finales de 2019, la marina de Rusia desplegó un gran número de submarinos en el Océano Atlántico, lo que obligó a la OTAN a enviar aviones de patrulla desde Noruega, Islandia y Escocia.
El resultado fue una de las mayores concentraciones en años de submarinos y aviones antisubmarinos. Y un duro recordatorio de que la actividad naval y aérea de la OTAN y Rusia está volviendo a los niveles de intensidad de la Guerra Fría.
A mediados de octubre de 2019, la marina rusa desplegó submarinos en el mayor ejercicio submarino del país desde la Guerra Fría.
Los ocho submarinos, seis de propulsión nuclear, navegaron desde sus bases en el norte de Rusia hacia las frías aguas de los mares de Barents y Noruega.
Al mismo tiempo, otras dos naves, los submarinos de ataque nucleares de clase Sierra Pskov y Nizhny Novgorod, navegaron hacia las mismas aguas para realizar pruebas y entrenamientos.
Las 10 naves representan alrededor del 20 por ciento de la fuerza submarina rusa.
Más de una docena de aviones de patrulla de la OTAN volaron en misiones consecutivas para encontrar y rastrear los submarinos de Moscú. Los observadores de aviones de Amatuer que utilizaban software comercial controlaban los transpondedores de los aviones.
No está claro cuántos submarinos de la OTAN también se unieron a la caza de los barcos rusos.
Entre el 25 de octubre y el 7 de noviembre de 2019, los aviones de la OTAN volaron más de 40 misiones. Seis P-3 de la fuerza aérea noruega, cuatro P-8 de la Armada de Estados Unidos y una CP-140 de la fuerza aérea canadiense volaron desde Andoya en Noruega. Al menos un P-8 adicional voló desde Keflavik, en Islandia. Un patrullero de la marina francesa Atlantic 2 patrullando desde el aeropuerto de Prestwick en Escocia.
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