En 1919 solo hacía dos años que se había formado la flotilla de cuatro submarinos de la Armada española y a principios de septiembre de ese año visitaron El Musel. Fueron tres días en los que se convirtieron en el centro de actividad gijonesa, con visitas a los buques, exhibiciones frente a la bahía y recepciones en el Ayuntamiento, el Real Club Astur de Regatas y el Casino de Gijón.
Los submarinos 'Isaac Peral', A-1 'Narciso Monturiol', A-2 'Cosme García' y A-3 (sin nombre asignado), llegaron a Gijón acompañados por el crucero 'Extremadura' a las seis de la tarde del 5 de septiembre. Lo hicieron en un viaje de instrucción en el Atlántico que les llevó a Sanlúcar, Chipiona, Vigo, Ferrol, Gijón, Santander y Bilbao. Las expectación que levantó esta visita en Gijón quedó reflejada en las página de EL COMERCIO, que indicaba que «desde antes de las cinco de la tarde, enorme gentío empezó a trasladarse a El Musel por mar y por tierra. Los tranvías, coches y automóviles iban atestados de personas, así como los vaporcitos y pequeñas embarcaciones que salían del puerto local».
Todo el mundo quería ver los buques más modernos de la Armada. Los clase A, construidos en Italia, en 1917, tenían una eslora de 45,6 metros y cada uno de ellos había costado 1,7 millones de pesetas. El 'Isaac Peral', del mismo año y fabricado en Estados Unidos, era más grande, con una eslora de 64 metros. Su coste fue más elevado: tres millones de pesetas.
En tranvía y vaporcitos
Al día siguiente fue cuando se pudieron visitar los cuatro submarinos. EL COMERCIO relataba que «fueron muchas las personas que sin tener en cuenta el mal estado del tiempo se trasladaron al puerto exterior, utilizando unas el tranvía y otras los vaporcitos». Es más, el público se mostró «muy agradecido con los bravos marinos».
El alcalde en funciones Pérez Cofiño fue quien recibió a los tenientes de navío García de los Reyes, José Castillo, Eduardo García Rodríguez y Francisco Guimerá. Los cuatro dirigieron los submarinos en las maniobras de inmersión que, a modo de exhibición, se realizaron en la concha gijonesa al día siguiente y que duraron «media hora a fin de que el público pueda regresar a la población a la hora de comer». Todo un éxito para la ciudad.
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