A finales del siglo XIX nació un pionero de la navegación bajo el mar en la murciana ciudad de Cartagena. Isaac Peral ha pasado a la historia gracias a la invención del submarino propulsado por baterías, una gran innovación para su época y que abriría las puertas al futuro de estas naves subacuáticas.
Siguiendo la tradición familiar, Isaac ingresó en la Armada en 1866 y allí adquirió una amplia formación técnica que le permitió alcanzar diversos cargos en el Observatorio Astronómico de San Fernando, la Comisión Hidrográfica y la nueva Escuela de la Armada, donde fue profesor de Física y Química.
Durante su juventud, Isaac viajó alrededor del mundo a bordo de la corbeta Villa de Bilbao, la urca Santa María –una urca es un barco similar a una fragata– y la fragata Almansa. En sus viajes anotaba sus observaciones en un diario personal. Durante una parada en Filipinas, Peral cayó gravemente enfermo cuando un barbero le cortó por accidente una verruga que tenía en la sien. A pesar de que la herida parecía insignificante, al final se complicó tanto y era tan difícil de curar que se vio obligado a llevar constantemente una venda que le cubriera la cabeza.
A causa de este problema de salud, Peral fue trasladado a España y destinado a Cádiz en la nueva Escuela Naval de Ampliación de Estudios de la Armada. Allí encontró el tiempo necesario para planificar la construcción de un submarino con batería eléctrica y con el poder de disparar torpedos sin necesidad de salir a la superficie, lo que en teoría lo convertiría en invencible. Los planos de la nave no se hicieron públicos hasta que España estuvo a punto de entrar en guerra con Alemania en 1885 a causa de la invasión germana de las islas Carolinas (situadas en el océano Pacífico). Este incidente aceleró la construcción del sumergible y contó con el apoyo del ministro de Marina, el vicealmirante Pérez y Lobo.
Peral recibió un primer presupuesto de 5.000 pesetas y se ocupó personalmente de viajar al extranjero para adquirir los materiales necesarios para su fabricación y que no encontraba en España: aparatos ópticos en París, accesorios y torpedos en Berlín, acumuladores en Bruselas, y aceros, motores eléctricos, hélices y tubos lanzatorpedos en Londres. El proyecto estaba clasificado como de alto secreto militar por parte del ministro de Marina, pero, de forma inverosímil, fue descubierto por otros países que, en defensa de sus propios intereses –y con la inestimable ayuda de la exasperante burocracia española– lograron retrasar e incluso a boicotear el proyecto hasta en cuatro ocasiones.
Del éxito al desprestigio
Por fin, el 8 de septiembre de 1888, con una eslora de 21 metros, el submarino de Isaac Peral fue botado en La Carraca, un centro militar para la construcción y reparación de buques en San Fernando. Pero las pruebas oficiales no empezaron hasta febrero de 1889. El 7 de agosto de 1889, el submarino permaneció una hora en inmersión en alta mar, y, días después, Peral decidió hacer una prueba de disparo. Con el submarino sumergido decidió disparar a unas rocas que se encontraban a 300 metros de distancia y, como guiado por un imán, el torpedo dio en el blanco.
En 1890, el submarino de Peral fue capaz de navegar nueve kilómetros a diez metros de profundidad y participar en un simulacro contra el acorazado Cristóbal Colón, en el que obtuvo un éxito razonable en las maniobras diurnas y un rotundo triunfo en las nocturnas. A pesar de ello, el 18 de agosto de 1890, y aunque los informes por parte de la Junta de Valoración fueron buenos, el beneplácito para mejorar el prototipo por parte de la Armada y del Gobierno español nunca llegó.
Tal vez oscuros intereses que no se llegaron a conocer motivaron que se denegara el permiso para la construcción de submarinos a gran escala. Unos submarinos con los que quizá la guerra entre España y Estados Unidos hubiera podido dar un giro, y tal vez se hubiera podido evitar la pérdida de muchas vidas y barcos, e, incluso, la pérdida de las colonias de ultramar (Cuba y Filipinas). A partir de entonces empezó una campaña de desprestigio contra Isaac Peral, al cual no le quedó más remedio que solicitar la baja en la Marina e intentar aclarar ante la opinión pública la verdad de lo sucedido.El 4 de mayo de 1895, Peral se trasladó a Berlín para ser operado de un cáncer de piel, pero una vez más la tragedia se cebó en él. Un d
El 11 de noviembre de 1911, los restos mortales del inventor fueron trasladados desde el cementerio de la Almudena, en Madrid, al cementerio de Los Remedios de Cartagena, su ciudad natal, donde descansan desde entonces.
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