El 8 de septiembre de 1942, el Laconia, un trasatlántico inglés requisado por la Marina Real a inicios del conflicto para ser utilizado en el transporte de tropas, zarpó de Ciudad del Cabo, Sudáfrica, con rumbo a Freetown en Sierra Leona. La nave llevaba más de dos mil setecientas personas a bordo, pero en realidad la mayoría de sus pasajeros, casi mil ochocientos, eran prisioneros de guerra italianos que fueron confinados a las bodegas enrejadas del buque. La tripulación del Laconia contaba en ese viaje con algo más de cuatrocientas cincuenta personas, pero también viajaban doscientos ochenta y seis soldados británicos, ciento siete soldados polacos (que estaban a cargo de los prisioneros italianos), y ochenta civiles con una mayoría de niños y mujeres. El Laconia fue artillado con cañones de corto y mediano alcance, y por ese motivo podía ser objeto de ataques en cualquiera de sus travesías. La noche del 12 de septiembre, un submarino alemán U-156, que rondaba por las aguas del Atlántico lo atacó disparando tres torpedos. Dos hicieron impacto. El primero causó daños severos en el casco, y el segundo provocó un gran boquete que hizo escorar al buque. En medio del caos, el capitán del Laconia dispuso la evacuación. Tanto los civiles como los soldados británicos y polacos lograron evacuar la nave a tiempo, pero aún quedaban en las bodegas los presos italianos a los que no se les abrió las rejas tras el ataque. Cientos de estos presos de todos modos lograron escapar antes del hundimiento y saltaron al mar. Allí se produjo entonces una de las escenas más dramáticas de esta tragedia, pues cuando los italianos intentaban alcanzar alguno de los botes salvavidas, que no iban completamente llenos, los soldados de a bordo les disparaban impidiendo que subieran. En poco tiempo el océano se inundó con la sangre de los muertos o heridos por balas y esto atrajo a tiburones, barracudas y otras especies marinas que los devoraron. Minutos después, el capitán del U-156 se acercó al Laconia para ver si podían rescatar algo de valor y se dio cuenta que entre los sobrevivientes había niños, mujeres y ciudadanos italianos. Dispuso entonces que el submarino recogiera o remolcara a los náufragos y desplegó de inmediato la bandera de la Cruz Roja para advertir que se encontraba en tareas de rescate. El capitán del U-156 envió de inmediato una señal previniendo que nadie atacara a los buques y submarinos que arribaban a la zona para colaborar con el salvamento, pero el mensaje no llegó a los Aliados o les llegó de modo confuso, y dos días más tarde, mientras la labores de ayuda continuaban, un bombardero estadounidense, B-24 ”Liberator”, atacó al submarino y a las barcas con sobrevivientes que eran remolcadas. El U-156 no sufrió daños pero murieron cerca de 50 civiles y soldados que viajaban en botes salvavidas. Al final salvaron su vida mil ciento trece personas. De los fallecidos, más de mil cuatrocientos fueron prisioneros italianos.
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