Era el 10 de noviembre de 1943 cuando el U-966 Gut Holz se encontró en una encrucijada: el submarino nazi acababa de ser descubierto por la inteligencia aliada en las costas de Galicia y su única opción para sobrevivir era luchar en una batalla completamente desequilibrada contra una patrulla aérea de la RAF: 75 años después, se han encontrado los restos de la embarcación. Pero ¿qué pasó realmente con la tripulación? Esta es su historia.
Este domingo, varios submarinistas consiguieron acceder por primera vez a los restos del submarino alemán hundido frente a Estaca de Bares. Históricamente, se sabía que la nave se encontraba en esta zona, pero la dificultad para acceder a ella por el oleaje, los acantilados y el clima había hecho imposible, hasta la fecha, poder fotografiar los restos. Tres cuartos de siglo después, se ha llegado al submarino que confirma la colaboración del régimen de Franco con la Alemania nazi.
El U-966 regresaba a Alemania después de hacer una serie de operaciones en la costa oeste de Estados Unidos, donde había realizado varias incursiones contra naves aliadas, especialmente contra convoyes de suministros. Pero al llegar frente a la costa de Galicia, la Royal Air Force (RAF) británica y varios destructores detectaron al submarino nazi, momento en el que comenzó una operación con el objetivo de tratar de hundirlo: acababa de empezar la batalla.
Varios aviones británicos comenzaron a bombardear al Gut Holz, quien respondió a los aviones con fuego, llegando a derribar al Catalina. Sin embargo, tras varias horas de ataques, la RAF acababa por hundir al submarino, que tenía poco menos de unos meses de vida. O, mejor dicho, herían de muerte a la nave que, para evitar ser capturada por las fuerzas aliadas, el responsable a bordo del submarino decidía hundir tras la colocación de varias bombas de relojería.
El submarino alemán contaba con una tripulación de 60 personas a bordo, de las que murieron ocho durante los ataques aéreos y el posterior naufragio. Así, 52 consiguieron llegar a tierras españolas, algunas ayudadas por barcos pesqueros, donde fueron internadas hasta el final del conflicto bélico. Pero la persona más importante del submarino era Ekkehard Wolf, el comandante, quien llegó a Alemania gracias a la ayuda española y a un nombre falso.
Tras lo ocurrido, Wolf fue retenido en la Estación Naval de La Graña, en Ferrol, donde estuvo durante varios meses vigilado por las fuerzas aliadas. Sin embargo, en septiembre de 1944, aquejado de una afección pulmonar, las autoridades le dieron un salvoconducto para que viajara a tratarse a Madrid. Los papeles oficiales confirman que el comandante falleció allí, pero nada más lejos de la realidad: había escapado en un avión de Lufthansa destino a Hamburgo.
Wolf quedó prendado de Galicia
Ese avión contaba con un pasajero, llamado Erich Weber, que no era más que el seudónimo utilizado por Wolf para huir de España. Tras llegar a Alemania, se le dio el mando de una compañía de marines para defender Hamburgo. Sin embargo, Wolf quedó prendado de Galicia: tras el fin de la guerra, fue su destino vacacional de manera más que habitual. Tanto que, cuando falleció en 1978, sus cenizas fueron lanzadas al mar donde se hundió el U-966.
Un total de 75 años más tarde del hundimiento, dos submarinistas han conseguido acceder a los restos que quedan bajo el mar. Muy dañado por la acción del agua y con los restos muy desperdigados por la zona, se ha conseguido acceder por primera vez hasta lo que queda de uno de los submarinos más potentes del régimen nazi, el mismo que Ekkehard Wolf hizo explotar y donde terminaron esparcidas sus cenizas tras su muerte.
Ruben Rodriguez
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