Hay que tomar en serio al Ejército norcoreano porque sus soldados tienen gran preparación individual y una moral altísima.
Colocado sobre un pedestal en el rocoso litoral nordeste de Corea del Sur se encuentra un submarino, así como muchos búnkeres de concreto y metros de alambre de espino. Las defensas son surcoreanas, mientras que el sumergible norcoreano encalló en 1996. Así expuesto parece un juguete, pero lo que le sucedió a su tripulación es una de las historias más sombrías de la guerra moderna, indica Asia Times.
La noche del 17 de septiembre de 1996, un taxista que circulaba por una carretera costera descubrió algo extraño en el agua y avisó a la Policía. Resultó ser un submarino norcoreano de la clase Sango ('Tiburón') así que, al amanecer, comandos navales de Corea del Sur abordaron la nave y rompieron su casco, pero dentro no había nadie.
Masacre y persecución
Más de 40.000 efectivos, incluidas dos brigadas de élite compuestas por fuerzas especiales aerotransportadas conocidas como 'boinas negras', se desplegaron en la zona para acorralar y capturar a los infiltrados, según un informe sobre la operación publicado por el sitio web especializado NK News.
Uno de sus primeros hallazgos fueron 11 cadáveres, todos con un balazo en la cabeza. No había signos de lucha, así que se cree que fueron ejecutados por sus compañeros debido a su falta de forma física. Los marineros restantes —algunos de los cuales tenían entrenamiento de fuerzas especiales— y un equipo de comandos de tres hombres se separaron y se dirigieron hacia el norte. Su plan era cruzar 150 kilómetros de territorio surcoreano y atravesar la zona desmilitarizada en la frontera con su país.
Las semanas siguientes se desarrollaron búsquedas y produjeron diversos tiroteos. Cuando todo terminó, 13 norcoreanos habían muerto baleados y uno se había entregado a las autoridades surcoreanas, mientras que se estima que otro sí logro regresar a Corea de Norte. En 49 días, murieron 12 soldados y cuatro civiles surcoreanos.
Más tarde se reveló que el comando norcoreano empleo equipo de buceo y realizó con éxito labores de reconocimiento en instalaciones militares terrestres de Corea del Sur antes de que el submarino encallara cuando intentaba recoger a sus compatriotas. Además, esa no fue la última operación de este tipo que puso en marcha Pionyang.
Pesadilla claustrofóbica
En 1998, un minisubmarino de clase Yono ('Salmón') quedó atrapado en las redes de un barco pesquero surcoreano a las afueras del puerto de Sokcho, en el Mar de Japón. El sumergible se hundió mientras lo remolcaban hacia la costa y hoy en día no está claro si fue por accidente o por acciones deliberadas.
Esta vez, la tripulación no escapó. Cuando los surcoreanos abrieron las compuertas, encontraron que los nueve tripulantes se habían suicidado para no ser capturados. Ahora, la embarcación es un museo al aire libre.
Durante la Primera Guerra Mundial, los alemanes apodaban a sus sumergibles 'ataúdes de hierro' pero esa nave norcoreana, con sus 35 metros de eslora y cuatro de manga, es aún más pequeña. Los tres compartimentos de su interior están revestidos con multitud de tubos, válvulas y equipos de comunicaciones y su única instalación de saneamiento contiene un lavabo.
Imaginar a 26 hombres "con equipo de buceo y armas comprimidos en ese pequeño espacio" es "una pesadilla claustrofóbica", indica The National Interest.
La moral como recurso
Aunque muchas evidencias sugieren que el Ejército de Corea del Norte "está pobremente equipado, mal alimentado y recibe escasa asistencia médica" —el año pasado, un desertor estaba infestado de gusanos intestinales por haber comido alimentos contaminados—, sus fuerzas especiales "representan una potente amenaza", concluye el autor del artículo, Andrew Salmon.
Aunque sus equipos puedan ser primitivos, su entrenamiento y motivación son de primer nivel. En operaciones realizadas en 1968, 1969 y en estas dos incursiones submarinas, sus soldados lucharon hasta la muerte, se mataron entre sí o se suicidaron para evitar que les atraparan y su muerte costó vidas surcoreanas.
Michael Yon, un ex 'boina verde' de Estados Unidos que participó en las guerras de Afganistán e Irak, manifiesta que "su moral probablemente es alta si están dispuestos a llevar a cabo esas operaciones" transfronterizas y no supervisadas, más próximas a "una misión kamikaze".
Y si les derrotan...
Si el Ejército de Corea del Norte fuera derrotado en un hipotético conflicto, eso no significaría que la guerra habría terminado.
De hecho, el mando norcoreano podría responder con "ataques terroristas llevados a cabo por integrantes del RGB [tropas especiales de Corea del Norte] vestidos de civiles contra el personal militar, político o comercial de EE.UU. en Corea del Sur o más allá, como Japón", expone Yon, quien especula con la "gran posibilidad" de que ya haya almacenado "armas y otros materiales de guerra" en escondites del sur.
No hay comentarios:
Publicar un comentario