Rodeados de cerezos y envueltos en un solemne silencio, en la carretera que desde la comarca de la Vera conduce hacia al Monasterio de Yuste, última residencia de Carlos I de España, 178 sencillas cruces de granito negro se encuentran situadas en perfecta alineación entre el abrazo de los olivos. En cada una de ellas está registrado un nombre y una fecha. Asombra descubrir que no son naturales del suelo patrio, si no varias hileras de tumbas pulcramente alineadas, esmeradamente mantenidas por el gobierno alemán. En un pequeño cobertizo, hay una placa donde se explica la desconocida historia de este lugar de paz y serenidad.
Habría que remontarse cuarenta años antes, al 29 de Marzo de 1943, cuando unos marineros de Calpe, entonces pequeño pueblo de pescadores en la costa de Alicante, escucharon gritos y lamentos desgarradores en el área donde usualmente soltaban redes. Hacia la seis de la mañana con las primeras luces, olvidarían las faenas propias de su condición para convertirse en héroes por derecho propio.
Nada hacía presumir que uno de los cruentos episodios de la II Guerra Mundial se librara tan cerca, exactamente a 9 millas de las costas españolas. El día anterior se desarrolló un combate inusual a escasa distancia del puerto donde recalaban habitualmente. Un sigiloso submarino alemán de última generación, un U-Boote, en concreto el modelo U-77, fue abatido por dos cazabombarderos británicos con base en Gibraltar.
Durante décadas todos los barcos pesqueros han tratado de evitar la zona en cuestión para no enganchar las redes en sus restos.
Una pesadilla para los aliados
Muchas conjeturas ha suscitado el hundimiento de este submarino entre la clase marinera local, aunque la más destacable sea la existencia de un tesoro en forma de lingotes de oro, que, el mismísimo Hitler, al parecer pretendiera transportar a un lugar hasta hoy desconocido. Esta es la leyenda, pero es de dudosa certeza, ya que el sumergible venia combatiendo regularmente por estas latitudes con base en el puerto de La Spezia y su sangriento curriculum mediterráneo (mandó al fondo del mar más de cuarenta mil toneladas de buques aliados) pone en cuestión esta divulgada tesis.
El talón de Aquiles de estas naves era su limitada autonomía en inmersiónDurante la Segunda Guerra mundial, la eficaz arma submarina alemana fue una pesadilla para los aliados, ya que ponían especial empeño y aplicación en atacar los convoyes que suministraban combustible, armas o avituallamiento. Estos convoyes eran hostigados por los sumergibles y posteriormente atacados, con un grado de éxito que asombraba a propios y extraños. Para finales de 1942 Inglaterra y sus adláteres estaban al borde del colapso por la enorme erosión infligida por el arma submarina alemana.
La táctica más usual era la del acoso y derribo con torpedos ya fuera en formato de emboscada o en táctica de grupo o jauría, pero ocasionalmente también se utilizaba el cañón de 88mm en situaciones de ventaja y siempre en superficie. Mientras estaban sumergidos podían localizar el eco del sonar y los ruidos característicos de los barcos, mediante detectores acústicos de gran precisión que les permitían orientarse de manera sencilla y segura en relación con el objetivo.
Pero el talón de Aquiles de estas naves era su limitada autonomía en inmersión - no más de cien millas -, ya que equipaban motores eléctricos cuyas baterías sólo podían recargarlas en trayectoria de superficie y usando el motor diesel, lo cual les hacia extremadamente vulnerables si eran descubiertos por aeronaves o buques de superficie y esto fue exactamente lo que sucedió el día en cuestión.

Un U-77 en Calpe
El 28 de Marzo de 1943 a las 11.25 horas el U-77 fue avistado y atacado con cargas de profundidad por un avión cazabombardero con base en Gibraltar que dañó suficientemente al submarino, aunque este en una precisa maniobra de evasión, conseguiría ocultarse en las profundidades. Esta cruenta persecución sucedía a escasos kilómetros de Calpe, mar adentro. Pero sabiendo el aviador que la nave alemana estaba tocada y tarde o temprano tendría que emerger para evaluar daños, solicitó ayuda y a las 17.45 acudió otro avión con base también en el peñón. Entre ambos localizaron al U-77 como era de prever, en superficie a unas 30 millas al Noroeste del primer avistamiento y durante una hora aproximadamente se dedicaron a hostigarlo sin cesar. Desde una altura de 30 metros aproximadamente le lanzaron de nuevo varias cargas de profundidad sin arredrarse ante el intenso fuego antiaéreo de las ametralladoras de 20 mm que embarcaba el submarino.
Su comandante Otto Hartmann sólo contaba 26 años en el momento de aquel trágico lance.
Las gentes marineras de la pequeña villa de Calpe se volcaron con los náufragos rescatadosAl día siguiente, a eso de las 6 de la mañana, los pescadores que se encontraban faenando por aquellas aguas escucharon los gritos de auxilio de los exhaustos supervivientes, localizando a nueve hombres ateridos de frío alrededor de una balsa salvavidas. Inmediatamente los izaron a bordo del pesquero donde les proporcionarían café, mantas y vituallas. Empeñado el patrón del pesquero en su ánimo de recuperar el máximo de supervivientes, inició una larga y tensa búsqueda de más de dos horas infructuosamente. La inmensa mayoría de los tripulantes del U-Boote murieron a causa de las severas hipotermias, después de una noche entera entre la vida y la muerte.
Como es de rigor, la desolación cundió entre las gentes marineras de la pequeña villa de Calpe que se volcaron con los náufragos rescatados. Unos fueron acogidos en las modestas casas de las familias de los pescadores colmándolos de atenciones a pesar de sus precarias economías y al resto, los alojaron en una fonda del pueblo.
En el cementerio de Alicante fueron enterrados 31 cadáveres que años mas tarde, hacia 1983, se exhumarían para ser trasladados a Cuacos de Yuste a escasa distancia de la última morada del emperador.
30.000 de los 40.000 tripulantes de la flota de sumergibles alemana jamás volvieron a sus hogaresEn reconocimiento al compromiso tácito que existe entre las gentes del mar, la labor de salvamento de los náufragos del U-77 sería recompensada generosamente por el Agregado Naval de la Embajada Alemana que obsequiaría a cada uno de estos curtidos pescadores con un reloj de pulsera de una famosa joyería madrileña de la época, un salvavidas estándar de la Kriegsmarine, y mil pesetas a repartir entre el conjunto de la tripulación.
Al acabar la guerra más cruenta que tuviera que padecer la humanidad en milenios, 800 de los 1.100 submarinos U-Boote construidos, serían hundidos y 30.000 de los 40.000 tripulantes de la flota de sumergibles alemana, jamás volverían a sus hogares.
Algunos de ellos, en España, en Extremadura, tienen una parcela de serenidad allá donde no se puede consignar equipaje alguno. Descansen en paz.

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